AFP.- «África para siempre» reza una pancarta en la puerta metálica y austera del centro penitenciario para menores de Casablanca, donde se juega una inédita final de un campeonato africano de fútbol para prisioneros.
Organizado en paralelo del Campeonato de África de Naciones (CHAN), que se celebra actualmente en Marruecos, el minitorneo penitenciario reúne a jóvenes detenidos procedentes de una docena de países africanos.
En el patio del centro, en un terreno rodeado de altos muros grises, Camerún y Malí se disputan el tercer lugar.
Desde una tarima instalada para la ocasión, representantes de la federación real marroquí de fútbol y de la dirección penitenciaria, los dos organizadores del torneo, asisten al partido.
Las banderas de los doce países que participan en la competición ondean debajo de las alambradas que protegen el recinto.
Detrás de las porterías, un grupo de menores del centro de detención animan a grito pelado a los jugadores, bajo la mirada atenta de los vigilantes.
Entonan con frenesí los cantos de los ultras del Raja, uno de los dos grandes equipos de fútbol de Casablanca, a ritmo de darbuka.
Tras 30 minutos de juego –la duración oficial de los partidos del minitorneo– Camerún acaba imponiéndose a Malí.
«Queríamos llegar a la final pero no nos lo merecimos. Pero hemos jugado bien y hemos ganado el tercer puesto», sonríe Francis, el portero de los cameruneses.
Este treintañero de aspecto atlético purga una pena de un año de cárcel en la prisión de Marrakech (oeste) por su «culpa»: «hice una trifulca estando ebrio», murmura.
Quiere agradecer «a todo el equipo técnico» y al rey Mohamed VI «que piensa en nosotros, prisioneros africanos».
«¡Ha hablado muy bien!», comenta un trabajador de la administración penitenciaria, que acompaña a los periodistas que cubren el evento.
Francis y sus compañeros ceden el lugar a los finalistas, Marruecos y Guinea.
Abderrahmane, un marroquí de 29 años que purga una pena de 10 años por asesinato, se entrena una última vez antes de «jugar por el título».
Este defensa se siente «feliz (…) de representar a su país» en la final, asegura a un periodista de la AFP. «¡Es un desahogo!», exclama, con su camiseta roja.
En el torneo se han visto implicados «más de cien detenidos africanos, repartidos en cuatro cárceles», en Tánger (norte), Marrakech (oeste), Agadir (sur) y Casablanca (oeste), las cuatro ciudades donde se celebra el quinto Campeonato de África de Naciones, precisa el jefe del servicio social de la administración penitenciaria y de reinserción de Marruecos, Benacer Bennaissa.
Cada «equipo nacional» agrupó a detenidos de las cuatro cárceles. Según el centro donde se disputaba el encuentro, los jugadores tuvieron que ser trasladados de una localidad a otra.
En el centro de menores de Casablanca, junto a la inmensa cárcel para adultos de Oukacha, se han celebrado los dos últimos partidos.
En Marruecos hay unos 75.000 detenidos en 77 centros. En varios de ellos hay sobrepoblación, como en Oukacha donde se encuentran 8.000 prisioneros pero que tiene capacidad para 5.800 presos, según un reciente informe del Observatorio Marroquí de Prisiones.
Cuando los jugadores marroquíes entran en el campo para la final, reciben una acogida triunfal. Los detenidos olvidan por un momento su día a día.
Todos cantan, con la mano en el pecho, el himno nacional.
Entre gritos de alegría del público, el equipo marroquí vence a Guinea. El exfutbolista internacional tunecino Adel Chadly, invitado de honor, les entrega la copa.
«Hay verdaderos talentos en las cárceles, jugadores de alto nivel», asegura Abdelmoumen Cherif, exfutbolista de un pequeño club local, miembro del equipo técnico del torneo.
¿Su máximo deseo? Que Marruecos, que disputa la final de la «verdadera CHAN» este domingo frente a Nigeria, «levante también la copa».