Redacción Internacional.- La polémica por el uso del cigarrillo electrónico está lejos de terminar. Si bien en Argentina su venta está prohibida –a diferencia de varios países de la región– se lo suele vender en internet o muchos lo traen del exterior.
Y cada vez más científicos y personas ligadas al sector de la salud cuestionan su uso como dispositivo que utiliza líquidos con o sin nicotina, saborizantes y otras sustancias químicas que el calor convierte en el aerosol que se inhala.
Ya el año pasado la Organización Mundial de la Salud (OMS) había advertido de sus peligros al afirmar en un comunicado: “Las pruebas existentes demuestran que los cigarrillos electrónicos no son solo vapor de agua. Su uso plantea graves amenazas para los adolescentes y los fetos”.
Aunque el vapor emitido por cigarrillos electrónicos es mucho menos tóxico que el humo derivado de la combustión del tabaco, en determinadas circunstancias puede poner en riesgo la salud de los usuarios y, también, de quienes se exponen a él de segunda mano. Así lo comprobaron científicos argentinos, quienes aportan así una prueba del daño causado a los “vapeadores” pasivos.
“Si se compara con las condiciones menos extremas de uso de los cigarrillos electrónicos, el impacto (sobre la salud) resulta ser de dos a tres órdenes de magnitud menor que el de los cigarrillos convencionales. Pero no por eso pueden considerarse inocuos”, advirtió Hugo Destaillats, doctor en química por la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA e investigador del Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley de la Universidad de California, en Estados Unidos.
En el nuevo estudio, publicado en la revista internacional Environmental Science & Technology, los científicos simularon la inhalación de los “vapeadores” y determinaron los niveles de compuestos presentes en el vapor. Así, comprobaron que, en el caso de una persona que consuma grandes cantidades de cigarrillo electrónico (250 pitadas por día), puede exceder los niveles máximos recomendados por agencias de protección laboral y organismos de salud para formaldehído, acroleína y diacetilo.
En otras palabras, “ponen en riesgo su salud”, resumió Destaillats.
Pero, en lo que resulta incluso más inquietante, el estudio comprobó que aquellos que no son usuarios de estos cigarrillos también pueden exponerse a niveles riesgosos de toxinas. En particular, cuando los investigadores simularon un escenario en el que una persona se expone a los vapores exhalados en un bar (o lugares con alta concentración de usuarios) donde confluyen muchos “vapeadores” a la vez.











