La mitad de los móviles Android están obsoletos

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Android es a día de hoy el sistema operativo más popular del mundo en términos absolutos, incluso por encima de Windows. Miles de millones de dispositivos utilizan el sistema operativo de Google a diario en cualquier parte del globo, algo que no necesariamente tiene que significar que estos estén actualizados.

Redacción Internacional. – Android es a día de hoy el sistema operativo más popular del mundo en términos absolutos, incluso por encima de Windows. Miles de millones de dispositivos utilizan el sistema operativo de Google a diario en cualquier parte del globo, algo que no necesariamente tiene que significar que estos estén actualizados.

Es este el principal problema de Android: las actualizaciones y la fragmentación, un inconveniente al que Google no ha sabido darle solución aún. Ya vamos por Android 8.0 Oreo, pero la mayor parte de los móviles y tablets del mundo siguen funcionando con versiones antiguas del sistema, muy antiguas en algunos casos.

¿Cómo de obsoleto se está quedando Android?

Si nos vamos a los datos recién publicados, la sorpresa es mayúscula: el 52% de los dispositivosAndroid del mundo utilizan versiones obsoletas del SO, es decir, Android 5.1 Lollipop o anteriores. Esta estadística es demoledora no sólo para Google, sino para los fabricantes y los usuarios. En la tabla que adjuntamos se puede ver con más detalle (aún no disponemos de datos sobre Oreo):

VERSIÓN NOMBRE DISTRIBUCIÓN
2.3.3 – 2.3.7 Gingerbread 0,6%
4.0.3 – 4.0.3 Ice Cream Sandwich 0,6%
4.1 – 4.3 Jelly Bean 6,9%
4.4 KitKat 15,1%
5.0 – 5.1 Lollipop 28,8%
6.0 Marshmallow 32,2%
7.0 – 7.1 Nougat 15,8%

Los fabricantes, principales culpables de la fragmentación

A la hora de señalar a los responsables de la no actualización de muchos dispositivos, no queda más remedio que culpar a los fabricantes de los mismos. Google puede darse mucha prisa para publicar nuevas versiones de su sistema operativo, pero al final está en manos de las marcas para que éstas lleguen a los usuarios.

Digamos que aquí Samsung, Huawei, Xiaomi y compañía hacen de intermediarios entre el desarrollador de Android y el usuario. El proceso funciona de la siguiente forma: Google publica la versión oficial de Android, que llega a los fabricantes. Estos la modifican y adaptan creando lo que llaman “capa de personalización”, plenamente compatible con sus dispositivos. Finalmente la publican y actualizan sus móviles y tablets.

Este ciclo, resumido en un par de líneas, puede tardar años en algunos casos y meses en el mejor de los escenarios. Las capas de personalización no sólo ralentizan el funcionamiento de los móviles en más ocasiones de las deseables, sino que retrasan la actualización hasta el límite de lo soportable. En muchos casos cuando llega ya han salido versiones más modernas de la misma marca, y los usuarios prefieren comprar a actualizar.

A día de hoy, la mejor opción para el usuario es comprar un smartphone que venga con una versión “limpia” del SO. Uno de los Pixel, Nexus o alguno de los nuevos Nokia pueden servir.

¿Qué puede hacer Google?

Hasta ahora, la actitud de Google ha sido bastante pasiva a la hora de solucionar la fragmentación de Android y forzar a los fabricantes a que actualicen sus dispositivos rápidamente. En realidad, la compañía tiene aquí las manos atadas, pues no puede hacer prácticamente nada para obligar a terceros a que abandonen sus respectivas capas de personalización.

Lo único que sí puede hacer es luchar con sus propias armas: los Nexus fueron el primer intento y los Pixel el segundo, pero ambos parecen insuficientes ya que sigue dependiendo de otros para fabricarlos.

Lo que verdaderamente supondría una solución permanente es unificar Android bajo una misma bandera, es decir, asumir el control de las actualizaciones de principio a fin. Eso seguramente no va a gustar a muchas marcas, pero sí a los usuarios. Si Google dice a dichas compañías “esto es Android, lo tomas o lo dejas” seguramente consiga salirse con la suya, aunque a costa de crearse enemigos.

Para que nos entendamos, la solución supone costarse una mano para salvar el brazo: controlar las actualizaciones de Android a costa de crear problemas a las marcas, de las que al fin y al cabo depende para distribuir su SO.

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