El Mundo
Viendo la cara de Simeone, aquello, más que un elogio hacia quien acababa de ganarle, pareció una coartada. O, simplemente, el argumento que tanto tiempo llevaba esperando el entrenador del Atlético para defender un ideario siempre sospechoso entre los puristas del fútbol. «Me satisface ver a un Barcelona defensivo, cerrado. Lo que está haciendo Valverde es maravilloso. Ha demostrado que su equipo puede jugar con un 4-4-2».
Y quizá al técnico argentino no le faltara razón. El Barcelona, que se alejó definitivamente de su identidad futbolística durante el paso de Luis Enrique por el banquillo, ha consolidado una propuesta hasta no hace tanto inimaginable en la casa de Cruyff. Valverde, lejos de esclavizarse al mantra del 4-3-3, ha normalizado el doble pivote (Busquets-Rakitic) y ha ganado un centrocampista de contención a cambio de perder un delantero. Se trata de ser pragmáticos y rechazar el caos. Ello ha llevado al equipo a estar invicto en la Liga y a perder sólo tres partidos en toda la temporada (dos en agosto frente al Real Madrid en la Supercopa y el derbi de Copa en Cornellà frente al Espanyol).





