El ciberacoso en las aulas, antes y después del impacto de la serie “Por 13 razones” o del goteo de casos que saltan a los medios de comunicación, ocupa cada vez más la atención de los responsables educativos, para los que acotar los efectos de las nuevas tecnologías en los abusos “de toda la vida” resulta harto complicado.
Pese a que las agresiones se produzcan en un entorno digital, las disculpas deben ser explícitas e identificables por parte de la víctima, según el estudio, llevado a en seis centros de secundaria malagueños.
Como recuerdan los autores de la investigación, el ciberacoso está íntimamente conectado con el desarrollo de emociones negativas como el enfado, la tristeza, la frustración o la culpa, lo que a la postre puede derivar en respuestas y motivaciones desadaptativas que obstaculicen el desarrollo del adolescente, como los deseos de venganza.
“Debido a la dificultad para regular emociones negativas que algunos sujetos manifiestan tras haber sufrido episodios de acoso escolar o de ciberacoso con anterioridad, estos pueden presentar en su entorno conductas parecidas”, señala la doctora Cirenia Quintana, investigadora del grupo Recursos Personales Positivos, Bienestar y Salud en Contextos Aplicados de la Universidad de Málaga.
La experta, junto a la doctora Lourdes Rey, del Departamento de Personalidad,Evaluación y Tratamientos Psicológicos, es autora de la investigación publicada por la revista Computers in Human Behavior, en la que se ha analizado el papel predictor del perdón en conductas de ciberacoso en una muestra de 1650 adolescentes de centros públicos de Secundaria de la provincia.
“Desde la psicología positiva, el perdón se ha definido como una predisposición emocional, comportamental y cognitiva por el que las víctimas de una ofensa reemplazan las emociones negativas (enfado, rencor, odio…) por emociones positivas (amor, empatía, compasión…),favoreciendo no solo un mejor ajuste psicológico, sino también una reducción de la probabilidad de exhibir conductas agresivas”, explica Lourdes Rey.
Desde el punto de vista aplicado, las investigadoras coinciden en que estas conclusiones son un buen punto de partida para diseñar en los centros escolares planes de trabajo mejor adaptados a los jóvenes victimizados y a aquellos con mayor riesgo de serlo. “En este caso el perdón es un factor adicional a cuantas propuestas sean necesarias para confeccionar programas más efectivos de intervención antibullying”, concluye Quintana.




