Por; Jesús M. Guerrero
Inicio este escrito con la siguiente frase del excelso poeta, Pablo Neruda, cito: «Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera.»
¿Qué son campañas sucias y que tan perjudicial puede ser en el proselitismo?
Son un método de campaña electoral que consiste en el descredito del adversario como línea comunicacional, imputando acciones dolosas producto de la difamación, ya sea en el ejercicio de funciones públicas, profesionales, respecto a su forma de ser e incluso hurgar en los aspectos de la vida privada de los candidatos. Para analizar qué tan perjudiciales son, cito al consultor político, Antoni Gutiérrez-Rubí: “Las campañas sucias, independientemente del efecto que tengan en términos de destrucción del adversario o de daño a su reputación y credibilidad, son realmente perversas también para quienes las promueven.”
Partiendo de esta premisa, es bastante obvio que pueden fungir como armas de doble filo, porque de ejecutarse puede martirizar a la víctima y evidenciar al victimario. En muchos casos, estas artimañas políticas son muestras de la desesperación que produce el ascenso en las encuestas de un aspirante a un cargo electivo. Para Daniel Eskibel, existen tres tipos de campañas electorales; positiva, negativa y sucia. La primera, resalta las virtudes del propio candidato y su partido. La campaña propositiva, que ofrece soluciones, que afirma, que propone.
La campaña negativa resalta los errores y defectos del adversario. Los estudia, los subraya ante el público, los pone en primer plano, los destaca y pone sobre ellos una inmensa lupa y un potente foco de luz. Busca que el público advierta el grave error que significaría votar por ese adversario. La campaña sucia ataca al adversario, pero lo hace no resaltando sus errores y defectos sino creándolos.
La campaña sucia distorsiona la realidad, inventa, atribuye cosas que no son reales. Y lo hace a sabiendas, con el único objetivo de dañar al otro sin importar cuál sea el medio utilizado. Para ello atraviesa las fronteras de la ética, de la dignidad, del decoro. No busca ilustrar al público ni prevenirlo; busca engañarlo.
Puede que la moral del que utiliza esta forma de comunicación política sea afectada o destruya la imagen de su oponente, pero esta no es la peor consecuencia de toda esa guerra mediática, al perderse la argumentación, la calidad del debate, la propuesta y simplemente proponer los libelos se empobrece el ejercicio político.
El afamado consultor político Joe Napolitan, estableció desde su perspectiva, los 10 mandamientos para una campaña electoral exitosa, que aplican a la perfección para quienes aspiran a escalar los resortes del poder en la República Dominicana. Estos decálogos electorales son los siguientes: Tener una estrategia, definir los objetivos, conocer el contexto, inventariar recursos, desarrollar la propuesta, apuntar, organizarse, presupuestar y recordar que los otros también juegan y que la estrategia es para ganar. En ninguno de estos requisitos se menciona la campaña sucia.
Quien recurre a la campaña sucia no tiene mucho que ofrecer al electorado y por tanto, solo puede golpear al candidato que ha logrado conectar con los votantes con sus propuestas y discurso proselitista. Es evidente que dichas estrategias de golpeo en las campañas solo empobrecen el quehacer político y laceran la democracia.
En julio del año pasado en México, López Obrador fue asediado por la partidocracia tradicional mexicana, enquistados ante su fortaleza electoral, le montaron una campaña de descredito por medio de “fake news” y aunque, causaron el efecto contrario. Evidenciaron su incapacidad para construir una oferta electoral atractiva y antes que dañar la imagen de su contrario, lo acercaron más a la presidencia que hoy ostenta y este es uno de los tantos casos que demuestran el fracaso de las campañas sucias.
Es decir, las campañas electorales son buenas cuando se fundamentan en propuestas de gobierno y no en ataques y difamación contra los adversarios. El ejemplo relatado en este artículo, prueba que recurrir a la campaña sucia, tiende a ser la antesala de la derrota. Respecto a la estrategia del descredito, Jorge Imhof, explicó lo siguiente: “Es un tema complejo. Campaña sucia es mentir, difamar. Campaña negativa es resaltar los aspectos negativos del otro. Cuando haces esto último, que sólo a veces funciona, te dedicas a hablar del otro y no te detienes en los aspectos propositivos propios. Pasas de local a visitante en la campaña. Además, no creo que tenga demasiado efecto en las urnas.”
Ese es el talón de Aquiles de los candidatos que se escudan detrás de la campaña sucia, creen que pueden engañar a los votantes y para toda persona el engaño es percibido como insulto. Pero, sobre todo, olvidan el argot popular que reza: “Cuando señalas a alguien recuerda que tres dedos te señalan a ti.” El principal mensaje de la campaña sucia, es que quien la utiliza no tiene nada que ofrecer a la ciudadanía desde el gobierno y si trata de construir la conquista electoral con la falacia, no sería ilógico que su oferta electoral también lo sea.
Concluyo con la frase de Antoni Gutiérrez-Rubí, cito: “Las campañas negativas no son tan efectivas como parecen, sino que lesionan el conjunto de la política democrática.”