Por Marino Ramírez
Los últimos casos descubiertos de corrupción político administrativa que sacuden al sector político ya no pasan desapercibidos ante la opinión pública tanto nacional como extranjera.
Aunque muchos medios de comunicación y periodistas han querido darle de lado a esta epidemia que hace daño al desarrollo, lo cierto es que ya la corrupción no se para en la puerta de ningún despacho funcionarial.
Las cosas han llegado tan lejos que las bonanzas exhibidas por gente que ocupa puestos públicos y privados no resiste una auditoria visual, entre todos los rangos civiles y militares cuando se filtran documentos que rebelan los niveles de corrupción económica que afectan a nuestro país.
Mucha gente cree que nunca serán descubiertos sus actos de malversación de fondos públicos mediante la movilización de contratos con el Estado, los que aparentan ejecución legal.
Sin embargo ya no es así, como me dijera un amigo hace algún tiempo. Lo que comienza mal, termina mal.
Parece que es así porque tenemos personajes que tienen años lucrándose del Estado y nada les pasó, socios vienen y socios van, sin que nada pase pero las cosas se van aclarando.
Cuando aquí haya verdadera justicia independiente, que no será tarde, entonces la corrupción y el enriquecimiento ilícito tendrán que ser castigados tan como mandan las leyes establecidas.
La corrupción se ha democratizado tanto que existen personeros cuyo único trabajo es cabildear cobros, pagos, contratos, préstamos y todo aquello cuya intermediación sea pérdida de dinero para los fondos públicos no importa a qué precio.
Lo que acontece ahora con Odebrecht, Punta Catalina y otros casos que duermen el sueño eterno de la investigación judicial expresan la decadencia del sistema por el que nos regimos y que sino mejorados lo vamos a destruir.
Lo grande es que aunque todos perdemos, principalmente los más desposeídos, serán los ricos quienes tendrán que coger las de Villadiego para salvar su dinero de las posibles persecuciones que iniciarían nuevos gobernantes populistas que estilo Venezuela o Nicaragua que asumirían el poder en medio de una crisis de credibilidad.
Las fortunas ostentosas que se exhiben o se guardan a costa del erario y la pobreza de las mayorías son presentadas públicamente, sin riesgos por ahora pero puede ser que en un futuro si el sistema sigue como va, mucha gente tenga que salir huyendo con sus cargas de oro ante una situación insostenible.