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Mientras más conozco al hombre más amo a otros hombres verdaderamente virtuosos

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UNA DE ESAS LICENCIAS QUE NO SUELO PERMITIRME. UN GRITO DE DOLOR

Valentín Medrano Peña.

Alguno que otro receptor de este escrito se sentirá incómodo, modulará incluso la forma en que recompondrá sus relaciones conmigo. Si ausculta su obrar sabrá que en parte hablo de él, pero quizá no sabrá que no hablo por él.

Al preguntarse los méritos y los gananciales y la plusvalía de nuestra “amistad”, que dicho sea de paso no son términos que sirvan para cimentar una relación de ese tipo, pero que se dan en los aportes, entregas, denuedos, solidaridades manifiestas, que muchas veces se tornan unilaterales y que no tienen contrapartidas.

Pero no, no hablo de ti, aunque ambos sabemos que te sirve el traje, que te ajustó a la medida, que te sabes descubierto de tu rol hipócrita, que ha sido develado tu antifaz malévolo, que tus sonrisas y palabras de encomio y apoyo ya no significan nada. Solo te devuelvo con la misma moneda de hipocresía, pero no llego a la bajeza de herirte por la espalda con la puñalada trapera de que todos son testigos. Ellos, te saben, te conocen y ahora también recelan de ti. No les eres fiable.

Pero aunque has ocupado mucho espacio de este escrito, por ser desleal, justamente hablo de tus iguales, de los desleales, de los que olvidan, de los que esconden su maldad y odio por el éxito ajeno y el bienestar de los cercanos.

Buscaba por nuestras calles su antítesis y hallé miles de ti.

Y sabes porque no hablo por ti, porque no vale la pena esparcir tinta respecto a lo que es tan común. En la escasez reside la virtud, y por muchos que sois no se hace agradable la particularización. Pero hablo de la deslealtad. Procura sanarte de eso, pues su práctica conduce a un infierno muy próximo.

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