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Elijo como mi compañera a la vicepresidencia a Josefa Castillo

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Por: Valentín Medrano Peña

Y elijo como mi compañera a la vicepresidencia a Josefa Castillo. Los candidatos no piensan en lo imprevisible, sus egos les hacen creerse eternos.

Siendo apenas un adolescente, mientras cursaba el bachillerato, fui convencido por mi primo José Beato de unirme a las brigadas estudiantiles que procuraban hacerse con el gobierno de los estudiantes del Liceo Andrés Avelino, la entonces afamada Asociación de Estudiantes de Boca Chica (Adesabch).

Para ello debíamos, a decir del ya curtido dirigente estudiantil, buscar apoyo fuera del Liceo, con las fuerzas vivas de la comunidad. Por lo cual fui convocado a una reunión ya acordada con una dirigente política y cultural muy incidente, al menos eso decía el primo José.

Estábamos en medio de las vacaciones de verano, y por ello jugaba pelota en el centro de un cruce de dos calles que hacían la intercepción de las calles G y K con muchachos de la barriada. Aveces solo acudían los vecinos más próximos, pero en otra ocasión venían a retarnos jóvenes de lugares apartados que oían de la calidad del juego que allí podíamos lograr.

Fui interrumpido por Beato esa tarde calurosa, aún con suficiente luz para seguir jugando a la pelota. Sentí dolor al dejar el juego y de hecho lo hice a regañadientes, pero Beato puede ser muy insistente y convincente. Así que partimos a la reunión.

Para mi sorpresa solo tuvimos que caminar unas cuantas cuadras, y llegamos a una casa grande con verjas bien pintadas. Ya había pasado por la misma cientos de veces. Hasta conocía algunos de sus habitantes. Los más jóvenes solían compartir con nosotros en los juegos de pelota. Incluso uno de ellos se decía que podría llegar a firmar para la pelota profesional.

Fuimos sentados en la galería grande, la misma daba a la calle que entonces se llamaba F y que luego fue nombrada José Francisco Peña Gómez. A poco de estar ahí, y luego de recibir un caluroso recibimiento de nuestros contertulios en el juego de pelota, salió nuestra anfitriona. Era una mujer delgada, joven, bien parecida y elegante, bien vestida, muy cara para lo acostumbrado en el pueblo.

Nunca le había visto antes y luego supe el porque, a pesar de ser vecinos, ella había contraído matrimonio en el tiempo en que no me dejaban cruzar la Esquina Caliente, así que para cuando tuve permiso de cruzar por el frente de su casa, ya había dejado de vivir allí.

Venía con un niño de manos, el que entregó sólo pasando la mano de que lo sujetaba a su madre Dolores. Ella, Dolores, fue quien nos recibió al llegar, nos hizo sentir bienvenidos e integrados. Y luego de invitarnos a sentar llamó con una voz potente a su hija, que ahora llegaba a nosotros.

-“Él es Valentín de quien te hablé”- le dijo Beato al tiempo que se ponía de pie, lo que imité y extendí mi mano para saludarle. -“Josefa Castillo”- dijo presentándose, -“la hija del lindo, Pedrito Alemán”- continuó diciendo mientras su rostro se iluminaba con una enorme y hermosa sonrisa.

Creo que no se presentaba ante mi, todo ello era un metamensaje a doña Dolores, quien respondió el sarcasmo diciéndole: -“Claro que si. Ustedes son igualitos, pero eres la hija de Dolores”-, no supe el significado de la conversación pero todos rompieron en carcajadas. Y yo reí por contagio.

La conversación que siguió fue aleccionadora. La joven Josefa Castillo era sin dudas el ser humano más inteligente y preparado que haya conocido hasta entonces. Y desde ese día fue mi guía. Me introdujo en la política con el PRD, pero antes me hizo ser dirigente cultural fundando conjuntamente el Movimiento de Integración Cultural de Andrés (Mica), que presidió el periodista Niño Peña.

Creo que pocas veces he conocido a un ser humano tan integro, leal y disciplinado como Josefa Castillo.

Poco tiempo después fundó su colegio psicopedagogico, que tuvo gran acogida. Pero su pasión siguió siendo la política. Quería encontrar la forma de servir a las personas. Conectaba con los más necesitados, pues su empatía era real, nada fingido. Amaba a la gente y gustaba de brindar soluciones.

Se convirtió en mi ídola, mentora y apoyo. Y cuando los estudios y luego el trabajo profesional me hizo alejar, siempre mantuve el seguimiento y apoyo a su carrera. Ella siempre será una esperanza.

Tuvo la osadía, junto a unos pocos miembros del PRD, de visionar un futuro político, hasta entonces imperceptible, en un político de abolengo llamado Luis Abinader, y ya como una curtida política y diputada abrazó e impulsó la causa Abinader.

Una serie de coyunturas se conjugaron para hacer a Luis Abinader el candidato presidencial favorito con miras a las elecciones presidenciales de Mayo del 2020, y siendo que la tradición más reciente del país, es que los candidatos, en caso de los hombres, escojan a una mujer como acompañante de boleta, estuve entre los que creyeron que era el momento oportuno de robar en los hechos, la frase que llevó al poder al mandatario de entonces el Lic. Danilo Medina, y “hacer lo que nunca se ha hecho”.

Y es que la selección de los candidatos vicepresidenciales ha respondido por lo regular a cualquier criterio menos al de aceptar la posibilidad de que somos seres pasajeros.

Josefa representaba lo mejor. La compañera perfecta. Una mulata que ha ascendido social, política y económicamente por esfuerzo propio y por talento. Que no heredó más que el gracejo y la alegria de Pedrito Alemán y su piel curtida y el carácter y templanza de Doña Dolores Rodríguez, pero quien no obstante, tiene logros exhibibles y todo un legado fabricado a partir de nada.

Es un ejemplo de crecimiento y desarrollo. Representación viva de las clases populares, de los trabajadores, de las mujeres por las que tanto aboga, de los morenos y la clase media, de las mayorías en definitiva. La sinergia perfecta, el dúo apetecible de rico empresario con una profesional brillante y esencia de pueblo.

Lo pensé, y lo callé, suelo escribir de todo, pero cuando quiero que algo ocurra no siempre lo exteriorizo, pues aveces aupar es segregar. Así que esperé, esperanza en alto, a que el nuevo PRM conectara con la historia del viejo PRD, reivindicando a Peña Gómez con la escogencia de una mujer Peña Gómez.

Oriunda de un barrio empobrecido, de Andrés Boca Chica, y que cumpliera con haber sido parte de lo mejor de la administración pública, y que luego ascendió al Congreso Nacional, desde donde cumplió el rol de ser parte del Consejo Nacional de la Magistratura y después, como en sueños, a la Vicepresidencia de la República.

Ya ha demostrado ser mujer de Estado. Gallardía y entereza por delante, con un alto sentido de la lealtad, el compromiso con los mejores intereses nacionales y vocación de servicio.

Y ahora que lo pienso. Es la respuesta indicada en caso de imprevisibles. Porque los candidatos deben pensar en lo que ha de ser si por alguna casualidad no pueden continuar en el cargo. Pensar en el país. Y escoger a alguien con capacidad para la continuidad del gobierno en buenas manos.

Los minutos corrían y faltaba poco para cerrar el plazo para el anuncio. Algunos comentarios positivos alentaron mi fe en que Dios iluminaría al candidato del PRM a escoger a la más confiable para él y lo mejor para el país en sus ausencias y ante los avatares de la vida.

No niego que entré en una especie de ansiedad, y luego desilusión, ya que se filtró la información de que fue escogida otra persona, una mujer valiosisima de Santiago sería nombrada candidata vicepresidencial. Apagué el teléfono. Recorrí el pasillo hasta mi escritorio. Me senté. Encendí el televisor para confundir mi mente sin buscar nada en el y me dije: -“La esperanza debe seguir esperando, pero la fe ha sido vencida”-.

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