Ginebra, EFE.- La seguridad es el pilar de la búsqueda de cualquier vacuna y es el requisito indispensable que debe guiar los ensayos clínicos, afirmó hoy la Organización Mundial de la Salud en relación con el anuncio de que se ha interrumpido el ensayo de una de las candidatas a vacuna más prometedoras contra la COVID.
La farmacéutica sueco-británica AstraZeneca anunció que ha paralizado su ensayo clínico de la vacuna candidata con la que experimentaba porque uno de los participantes sufre “una enfermedad potencialmente inexplicable”.
“Cuando surge una enfermedad potencialmente inexplicable en el participante de un ensayo, que puede o no tener relación con la vacuna que se está evaluando, investigar es una práctica de rigor”, según una declaración que la OMS remitió a Efe.
La organización afirma que estas situaciones no son tan inusuales como podría pensarse y que la interrupción dura lo que toma evaular la situación.
“Estamos complacidos de ver creadores de vacunas que garantizan la integridad científica de los ensayos y están sujetos a los estándares y reglas de desarrollo de vacunas”, indicó la entidad que coordina los esfuerzos mundiales contra la pandemia.
Se considera que una o más vacunas serán las armas principales para poner fin a la pandemia y permitir la recuperación de los servicios de sanidad nacionales, así como de las golpeadas economías.
Las vacunas son probadas en voluntarios, organizados en dos grupos en la fase tres de los ensayos clínicos.
Al primer grupo se le inocula la candidata a vacuna y al segundo un placebo, pero los participantes no saben a qué grupo pertenecen.
Todos están bajo supervisión en las semanas que siguen para detectar si en el grupo que recibió el placebo hay más casos de infecciones que en el otro, lo que demostraría que la vacuna funciona.
Para ello, estos ensayos deben realizarse en lugares donde el coronavirus está circulando con intensidad, como era el caso del ensayo de Astrazeneca, que estaba probando su vacuna en el Reino Unido, Estados Unidos, Brasil y Sudáfrica.
Estos tres últimos están entre los diez países del mundo con más casos confirmados de COVID-19.