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Borat, Subsequent Moviefilm: Secuela muy atrevida

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Ninguna película estrenada en ese año me hizo reír tanto. La razón por la que no paraba de reír, supongo, se debe a esos sketches provocativos en los que Borat interactúa con varias personas a lo largo del viaje para burlarse de las idiosincrasias de la cultura estadounidense y de paso sacar a la luz una crítica social demoledora sobre el racismo, el antisemitismo, la homofobia, el sexismo y los prejuicios depauperados de algunos sectores de la sociedad.

EFE.-Hace más de 14 años que se estrenó ‘Borat’, la escandalosa comedia de carretera con estilo de falso documental protagonizada por Sacha Baron Cohen.

La vi en 2006. Me acuerdo perfectamente de las sensaciones que me causaba ver a Baron Cohen interpretando al corresponsal kazajo Borat Sagdiyev mientras anda de gira por los Estados Unidos para producir un documental sobre la vida sociocultural del país.

Ninguna película estrenada en ese año me hizo reír tanto. La razón por la que no paraba de reír, supongo, se debe a esos sketches provocativos en los que Borat interactúa con varias personas a lo largo del viaje para burlarse de las idiosincrasias de la cultura estadounidense y de paso sacar a la luz una crítica social demoledora sobre el racismo, el antisemitismo, la homofobia, el sexismo y los prejuicios depauperados de algunos sectores de la sociedad.

Baron Cohen retiró el personaje en el 2007 citando la controversial popularidad que alcanzó.

Sin embargo, el personaje ha sido resucitado por Baron Cohen en ‘Borat, Subsequent Moviefilm’, una secuela que en cierta medida es igual de divertida e irreverente que la antecesora y que no teme en ningún momento de atreverse a romper con los tabúes sociales para subrayar la decadencia política de una nación.

Se ha estrenado en la plataforma de streaming de Amazon Prime Video. La dirige un tal Jason Woliner en su debut como director.

Y me parece estupenda cuando mantiene el sentido del humor negro, las escenas atrevidas y esa estética de pseudodocumental con formato de road movie que le sirve a Baron Cohen para interpretar una vez más al periodista kazajo con el acento raro obsesionado con la cultura norteamericana y para satirizar, irónicamente, no solo las tontas ideas de los estereotipos predominantemente blancos, sino las falacias y el comportamiento dañino de los burócratas de saco y corbata que actualmente administran el territorio. Hay incorrección política por doquier.

La película se ambienta justamente catorce años después de la primera, donde Borat Sagdiyev (Sacha Baron Cohen), luego de haber sido apresado, es puesto en libertad por órdenes del primer ministro del país con la finalidad de que cumpla la misión de entregar un mono al presidente estadounidense Donald Trump, en un intento de restablecer los vínculos diplomáticos. En su nuevo viaje a Estados Unidos lo acompaña Tutar (María Bakalova), la hija que no conocía y que de alguna forma le ayuda a cumplir su objetivo.

Quizá lo más importante del viaje, además de las actitudes absurdas y de los comportamientos vulgares, es que el vínculo de Borat y Tutar se transforma a lo largo de varias escenas para transmitir un comentario muy escueto sobre la adolescencia, la independencia femenina y los deberes paternales.

La comedia marcha estupendamente por la manera tan descabellada y cómica en que Baron Cohen interpreta a Borat, llevando las manías del personaje hasta los extremos con su inexpresividad, su pericia física, la variedad de acentos y los múltiples disfraces que escoge para asumir roles diversos que lo ponen a improvisar sorpresivamente cuando conversa con los ciudadanos que se encuentra en el camino.

No hay filtro ni censura en las cosas que hace y que dice. Y funciona todavía más con la química maravillosa que desarrolla con la desconocida María Bakalova, quien, admito, hace una actuación secundaria bien contagiosa como la hija subversiva.

A mí parecer la película del debutante Woliner es tan audaz y ofensiva como la anterior. Pero se toma su debido tiempo para ilustrar, con una comicidad inescrupulosa, la pudrición política que actualmente prevalece en el año electoral de una sociedad norteamericana que, lentamente, se agrieta cada vez más por las contrariedades de una pandemia y por gente que no anda muy bien de la cabeza en la administración de Trump.

El material de denuncia de la sátira me pone a pensar, pero también me saca una sonrisa hasta en los instantes más insólitos. Es una secuela muy atrevida, tan necesaria como relevante.

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