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Oye Multitud – Importancia de tomar ciertas medidas a tiempo

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Por: Claudia Hernandez de Alba

Donde no hay direccion sabia, caera el pueblo, mas en la multitud de consejeros esta la seguridad. Proverbios 11:14

Analizando la primera ronda de muerte y destrucción servida en bandeja de plata por nefastas gestiones y altas dosis de propaganda dirigida con el único objetivo de potenciar el efecto devastador del Coronavirus, sobrevino una debacle económica que para algunos resulta literalmente apocalíptica a la vista de los indicadores.

Y es que miles de  empresas no pueden soportar ya más la devastación en sus balances, y habiendo convertido ya  solo fríos cadáveres económicos, también hay infinidad de PYMES desaparecidas para siempre.

Y ahora resulta que todavía no lo hemos visto todo. Porque lo apocalíptico realmente no ha sido lo que hemos sufrido, sino que, al menos en lo económico, todo apunta a que lo peor podría estar por llegar, con una alta probabilidad de suceso en el próximo otoño, y con un alto riesgo que se extiende también a lo largo de todo 2021.

Y es que miles de PYMES y grandes empresas llevan eternos meses en una situación literalmente agonizante, y no pueden aguantar ya más el impacto de la crisis que se nos ha venido encima. Y eso por no hablar ya de los efectos adicionales que podría tener la segunda ola como tal, ante la cual parece que tampoco nos están preparando adecuadamente. Muchos paises han determinado con la  apertura escolar,    la responsabilidad de “suspender cautelarmente”, o incluso de dejarla en lo virtual por este año para evitar males mayores. Y que conste que, por muy mal que esté la economía, dejar de tomar ciertas medidas a tiempo sólo hace que al final haya que tomar esas mismas medidas más adelante pero por más tiempo, como ya nos ocurriera en primavera, cuando España tuvo que acabar viéndose forzada a acometer uno de los confinamientos más duros del mundo, revertiendo en un impacto de destrucción económica lo mismo Italia uno de los paises mas afectado por la pandemia.

La correcta gestión de la pandemia realmente es cosa de dirigentes a la vez cautos y valientes, que sepan tener la valentía de tomar a tiempo decisiones que son inevitables y que si no luego serán todavía peores. La clave del problema endémico  con este tipo de decisiones políticas es el coste político que pueden llegar a suponer, especialmente cuando se  mide más por las vanas e inconscientes esperanzas que por la anticipación preventiva y prudente ante el futuro: un futuro que a veces no se sabe o no se quiere ver que puede ser inevitable, incluso aunque se cierren los ojos con fuerza y se aprieten los puños pidiendo que vaya todo bien “por favor, por favor, por favor” (como hacen los niños pequeños). Como adultos que somos debemos no sólo tener la esperanza de que las cosas vayan a ir bien, sino que además deberíamos tener la capacidad de tomar decisiones competentes para poner toda la carne en el asador y que así acabe yendo bien de verdad (o al menos lo mejor posible).

Como una de las bolas de nieve más acuciantes que van rodando ladera abajo hoy por hoy tenemos el tema de los ERTEs. Aquellos ERTEs que desde aquí ya planteamos en su día como una de las soluciones transitorias esenciales para enfrentarnos a una coyuntura de parón económico temporal como la que ha traído el Coronavirus, pero que debido a la dolorosa extensión en el tiempo de una situación fruto de la incorrecta gestión sanitaria en su momento, y fruto también de que posteriormente haya dejado mucho que desear la gestión en lo económico, estos ERTEs se han convertido tan sólo en EREs bajo la alfombra. Y es que sigue habiendo multitud de empleados a nivel mundial en situación temporal de unos ERTEs para los que muchos empresarios ven tan poco fin como ven para el desplome de sus ingresos. Así vemos cómo se va “rolando” la patata caliente de los ERTEs de vencimiento en vencimiento, extendiéndolos en el tiempo sin querer ver que en algún momento habrá que levantar la sábana, y mostrar lo extendido de la enfermedad en el paciente que yace en la cama de la UCI.

pero el problema es que diversos analistas ya apuntan a que esta cifra de ERTEs puede estar acercándose paulatinamente a un umbral estructural del que ya podría ser difícil seguir bajando. Así, el reconocimiento explícito de todos esos “ERTEs estructurales” catapultaría el principal indicador económico de la salud de las familias y trabajadores de un país, y en el que en la práctica se fija todo el mundo para tomar sus propias decisiones de consumo y gasto.

Y no debemos olvidar lo aprendido del sufrimiento de pasadas crisis, y es que lo peor de una situación alta de desempleo ya no es todo el sufrimiento y la devastación económica que produce en los propios desempleados afectados. Esto ocurre porque los que conservan su trabajo y pueden seguir comprando e invirtiendo para tirar del carro de la economía cuando más se necesita, no se atreven a hacerlo ante la perspectiva de que ellos también puedan perder su empleo o sus ingresos empresariales en los meses subsiguientes. Así, la potencia depresora del desempleo es doble, y por mucho que se pueda disimular con ERTEs que van rolando de vencimiento, en algún momento será irremediable enfrentarse al duro choque con la realidad de la calle y al baño de realidad de las cifras en conjunto. Las avestruces son unos animales muy veloces y pueden escaparse de los peligros, pero sólo si saben echar a correr y ponerse en marcha a tiempo; si por el contrario optan por esconder la cabeza bajo tierra acaban siendo devoradas por sus depredadores, igual que los países y los dirigentes en las fauces de las feroces crisis.

Y es que pasando al otro lado del prisma laboral, y tornando las miras desde las cifras de los ERTEs a las cifras de la actividad empresarial, el panorama no es menos angustioso, resultando especialmente anticipatorio de lo que podríamos tener por delante, sobre todo con la segunda ola rompiendo en violentas y espumosas crestas sobre nuestras cabezas. Realmente, el único halo de esperanza sería que tengamos la gran suerte de que el virus ya se haya debilitado realmente, y que sea verdad que todas esas cifras de asintomáticos y afectados leves sean debidos a este motivo, y no simplemente a que en Febrero y Marzo ni siquiera contábamos con estos datos básicos al no haber entonces ni PCRs ni datos comparables. Así, esperanzas a futuro y por demostrar aparte, la realidad actual es que las empresas y los impagos siguen mostrando su cara más amenazadora en el horizonte.

En este sentido, el Banco de España recientemente ya publicó que una de cada tres empresas españolas estaría ahora mismo en situación de riesgo de impago alto o muy alto. Un punto realmente devastador, especialmente por el efecto dominó que algo tan masivo podría tener sobre el resto de las empresas que se mantienen en pie a duras penas; es un dato que además calcinaría esos “brotes verdes” de los que nos hablan en la actualidad y tan insistentemente desde algunos sectores.

tanto por la ya terrible situación actual, como para el previsible empeoramiento adicional que podemos acabar sufriendo si el tema no se gestiona por fin de forma competente y eficaz, más allá de los mantras y eslóganes pasionales o la más flagrante inacción.

Aquellos incautos que no sólo se empezaron a quitar demasiado rápidamente la mascarilla, y a bajar la guardia al grito de liberación de “La pandemia se ha acabado”, no sólo es altamente probable que en las próximas semanas asistan a su propio escarnio conforme las cifras sigan repuntando, sino que, además, han obviado que aquí queda virus y (sobre todo) crisis para rato. Y no lo decimos sólo porque se estén poniendo todas las esperanzas en las tan esperadas vacunas, cuya seguridad todavía no está garantizada, sino por algo que no es menos importante: su efectividad a largo plazo todavía es incierta, y no sólo por lo que dure la inmunidad que activan, sino también por la capacidad extrema de mutabilidad de un Coronavirus que puede transformarse literalmente en un nuevo virus de la noche a la mañana. Ello podría suponer nuevos mecanismos de contagio e infección ante los que podría quedarse inútil la inmunidad adquirida con la vacuna.  Así, todo esto es muy relevante de cara al futuro económico que viene, especialmente porque con la pandemia se ha abierto la caja de Pandora de los demonios económicos con un gran potencial destructivo sobre el tejido empresarial. Y también sobre el capitalismo como sistema, incluso a pesar de que habría que haber visto cómo otros sistemas del pasado que ya no son hegemónicos sobrevivirían ante esta letal coyuntura.

Pero no crean que los países que han gestionado la pandemia infinitamente  están a salvo de ciertas amenazas, porque lo cierto es que, en esta guerra ciber-social con la que ya quedó demostrado fehacientemente que están intentando destruirnos, no hay bit sin sospecha de estar contaminado ni país seguro (al menos no sin una adecuada y vital gestión de la seguridad informativa de sus ciudadanos). Realmente, el único país seguro que puede acabar habiendo en este mundo cada vez más convulso y belicoso será aquel que muchos dirigentes necesiten mantener estable para tener a salvo los onerosos patrimonios que van acumulando. Porque hablando de negacionistas y países con un liderazgo de éxito mundial en la gestión del Coronavirus, resulta como poco inquietante la forma en que la propaganda casualmente está canalizando el discurso negacionista de la pandemia por los mismos canales (des)informativos que lleva explotando ya algunos años para carcomer nuestros cimientos, y que además han venido ya en los últimos años atacando a cada país en su punto más débil para ir poco a poco consiguiendo doblegarlo.

Y es que es el sino del ser humano a lo largo de su vida y de la Historia (también económica): no ser capaz de apreciar lo que tiene (por muy mejorable que sea). Esa cortedad de miras le condena irremediablemente a perder lo que ya tenía, para luego darse cuenta del error que cometió, y dejarse literalmente la vida y la sangre para reconquistarlo. La Historia se repite. Nuestro mundo es cíclico. El ser humano es tozudamente reincidente. Y así, con propaganda, excusas, enemigos únicos, desinformación, polarización, y con tantas otras maniobras de ramplona manipulación masiva que vemos hoy en día por todos lados en todo el mundo, nos tienen anestesiados ante el fatuo destino que nos deben estar reservando. Y de poco servirá entonces echarle la culpa a la tormenta, ni pedirles todavía más dinero a los que sí que supieron proteger y poner a salvo su rebaño, más allá de preocuparse por ponerse a cubierto tan sólo a sí mismos…

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