«Quizá muera en este contenedor, no puedo respirar más», se leía en un mensaje de texto que Pham Thi Ngoc Oanh nunca llegó a enviar. ¿Qué la llevó a ella y a otros 38 compatriotas vietnamitas hasta ese remolque sin aire en el que se asfixiaron?
En las primeras horas del 23 de octubre de 2019, el camionero Maurice Robinson paró su tráiler en un solitario parque industrial de Essex, en Inglaterra, publicó BBC Mundo.
Se apeó y se dirigió al remolque del vehículo. Lo que vio cuando abrió las puertas era casi inimaginable: 39 personas, 10 de ellas apenas unos muchachos, muertos en el compartimento de carga.
En lugar de marcar inmediatamente el número de los servicios de emergencia, la reacción instintiva de Robinson, de 26 años, fue subirse de nuevo a la cabina del camión y alejarse de aquella finca en Grays, con los cadáveres en el remolque detrás. Una investigación internacional sobre una gran operación de tráfico de personas estaba a punto de comenzar. Apiñados en la parte trasera del camión de Robinson había dos primos que encontraron su final a más de 6.000 kilómetros de distancia de su hogar.
Nguyen Van Hung, de 33 años, y Hoang Van Tiep, de 18, procedían de la misma aldea en la provincia de Nghe An, en el norte de Vietnam.
Ambos habían llegado hasta Francia, vía Rusia, en 2017, como su primo mayor un año después.
En septiembre de 2019, el primo más joven les preguntó a sus padres si podría viajar hasta Reino Unido.
Les convenció diciéndoles que solo tendría que pagar algo más de US$14.300 a los traficantes de personas una vez hubiera entrado en territorio británico. La madre de Tiep le contó a la BBC por qué cambiaron de idea.
«Me dijo que solo iría en un ‘paquete VIP’, en un auto privado», afirmó. «No contó que iba a ir en el contenedor de un tráiler y dijo que debía ser algo seguro, aunque la opción del camión era mucho más barata».
Su padre, Hoang Van Lanh, cree que a su hijo lo engañaron, posiblemente en el último momento.
«No sé qué pasó pero algo debió haber cambiado en su plan, o les timaron».
Pham Thi Lan, la madre de Nguyen Van Hung, piensa lo mismo: «Nadie hubiera elegido viajar de esa forma tan peligrosa».
Matthew Long, subdirector de la Agencia Nacional del Crimen de Reino Unido, dijo que la idea de un servicio especial era un engaño.
«No hay un servicio VIP. Son mentiras que cuentan a la gente para explotarla».
«Y descubrirlo en el último momento, darte cuenta mientras mueres de que el servicio VIP era una mentira horrible, es exactamente lo que se puede esperar de estos grupos criminales organizados».
El inspector jefe Daniel Stoten, de la Policía de Essex, dijo en alusión a los traficantes de personas: «Son despiadados y son peligrosos, y están ahí fuera para explotar a esa gente».
«Ni a los animales los transportaríamos de esa manera».
Cruzando el mundo
Las historias de los 39 revelan que su viaje desde Vietnam fue en muchos casos por etapas.
Muchos viajaron a otros países europeos, como Polonia o Rusia, antes de verse atraídos por la perspectiva de encontrar un trabajo mejor pagado en Reino Unido, un cebo que los llevó hacia el oeste, hacia Francia y Bélgica, antes de cruzar el Mar del Norte.
Algunos querían trabajar en salones de manicura, mientras que un chico de 15 años confiaba encontrar un trabajo en una plantación ilegal de cannabis.
Muchos de los fallecidos, entre los que había ocho mujeres, se encontraban en París el día antes de su muerte.
Desde allí se desplazaron hacia la localidad de Bierne, en el norte de Francia.
Allí es donde cámaras de seguridad captaron a un grupo de personas que llegan en taxi a un refugio agrícola. Más tarde, se subirían al camión en el que perdieron la vida.
A partir de este punto, un sensor dentro del camión revela un incesante aumento de la temperatura en su remolque.
Valiéndose de diferentes cámaras de seguridad, los investigadores siguieron el rastro del remolque desde Bierne hasta el puerto belga de Zeebrugge, donde quedó estacionado a la espera de ser cargado en un ferry llamado MV Clementine.
El buque salió de Zeebrugge en las horas centrales de la tarde con destino al puerto de Purfleet-on-Thames, en Essex, Inglaterra.
Durante el viaje, la temperatura, de inicio cercana a los 30º, subió hasta los 38,5º, haciendo el aire tóxico e irrespirable.
En un intento de aliviarse del sofocante calor, los ocupantes del vehículo se habían quitado todo menos la ropa interior y habían tratado de abrir a golpes una salida en el techo del remolque. Fue imposible. La Policía encontraría que sobre él se había colocado una placa de metal.
Los primeros en llegar al lugar en el que se encontraron los cadáveres fueron los sanitarios del Servicio de Ambulancias del Este de Inglaterra, que recibieron los elogios de su jefa ejecutiva, Dorothy Hosein, por su «su increíble profesionalidad en circunstancias muy difíciles».
Más de 1.300 agentes de la Policía de Essex participaron en el caso.
Jack Emerson fue uno de los primeros en llegar al lugar. Aún recuerda cómo buscó desesperadamente entre los cuerpos alguna «señal de vida», un pulso o una respiración. Sin éxito.
«Pude ver muchos cuerpos semidesnudos en la parte trasera del tráiler; yacían inertes en el piso», comenta.
Había tantos cadáveres apretados, cuenta, que solo pudo chequear los que quedaban a su alcance.
Los exámenes post-mortem mostraron que las víctimas murieron de exceso de calor o falta de oxígeno.
El inspector jefe Stoten explicó que muchos de los agentes que acudieron al lugar llevaban poco tiempo en el servicio y nunca antes habían visto un cadáver.
«Hicieron un trabajo brillante que nos colocó en una muy buena situación para continuar la investigación», señaló Stoten.