EFE.-Omara Durand está considerada como la máxima representante del atletismo cubano Paralímpico después de ganar 3 medallas de oro en Río 2016 y 2 en Londres 2012. En Tokio 2020 ha vuelto a agrandar su leyenda al conseguir su sexto oro en unos Juegos y superar su récord de 10 años invicta.
En esta ocasión el tiempo de la corredora ha sido de de 52.58, por lo que no ha conseguido batir su propio récord mundial establecido en Río de Janeiro en septiembre de 2026. Pero mañana, 1 de septiembre, vuelve a competir y tendrá la oportunidad de irse a casa con siete medallas.
«Estaba muy nerviosa antes de la competición, pero después de terminar la carrera, estoy muy satisfecha», declara la atleta cubana de 29 años. «Es muy normal (sentirse nerviosa) cada vez que se compite. Siempre estoy pensando en cómo ganar, y en mantener un sentimiento positivo».
La medalla de oro de Durand ha sido la segunda medalla de Cuba, que pocos minutos antes esa misma mañana conseguía la primera medalla gracias a su joven promesa Robiel Sol en salto de longitud T46.
Como para muchos deportistas, para Durand no ha sido fácil llegar hasta aquí. La pandemia mundial no solo suspendió los Juegos, sino que complicó a los deportistas el poderse entrenar para llegar en plena forma. Esto en sí ya supone un duro golpe para cualquier atleta de alto rendimiento, pero para los atletas Paralímpicos se trata de un problema añadido. Muchos de ellos se quedaron sin poder entrenar con sus guías, claves en su éxito.
Durand compite en la categoría T12, a la que pertenecen deportistas con problemas profundos de visión. Para poder competir, estos atletas necesitan un guía que vaya con ellos. La sintonía entre ambos es, por tanto, fundamental para poder subir al podio. Pero la cubana no se rindió ni se vino abajo y continuó entrenando con los medios de los que disponía.
Ahora, con esa medalla de oro colgada al cuello, Durand dice:
«Mi secreto es el sacrificio para entrenar y un buen entrenamiento. Eso es todo”.»
Pero a pesar de las dificultades, este año la cubana tenia una motivación extra. Se trata de su hija Ericka, la fan más entusiasta de Omara y a quién su madre considera la mayor inspiración en su vida. Aunque ella no lo sabia, Durand estaba ya embarazada cuando corrió en Londres 2012. Al recibir la noticia de su embarazo, la corredora cubana decidió dejar el mundo del deporte durante unos años para cuidar de su hija. Volvió en 2015 y continuó añadiendo títulos a su legado.
Cuando su madre ganó los tres oros en Río 2016, Ericka tenia apenas 3 años, por lo que era demasiado pequeña como para darse cuenta de lo que estaba sucediendo. Pero ahora ya tiene edad suficiente para comprender que su madre es toda una campeona mundial y eso ha motivado aún mas a la corredora para volver a conseguir un oro en este Tokio 2020.
«Ella entiende perfectamente lo que hago», dijo Durand. «Lo daré todo en la pista para que se sienta orgullosa de mí. Aunque anhela estar a mi lado todo el tiempo, estará en casa y me verá correr. Su aplauso estará conmigo», declara a Paralympics.org.