BBC.-Todo estaba en orden para que el Grupo Hormiga (el brazo financiero de Alibaba) iniciara en noviembre de 2020 su primera venta de acciones en los mercados bursátiles de Hong Kong y Shanghái por un valor de US$34.400 millones, en la que sería la mayor salida a bolsa de la historia.
Pero a último minuto, los reguladores financieros chinos suspendieron la operación por «preocupaciones en torno a la competencia» de mercado.
Es decir, le cortaron la luz, apagaron la música y mandaron a los invitados para la casa.
El resultado fue que las autoridades exigieron una reestructuración del mayor conglomerado empresarial de finanzas y comercio digital de China, y Jack Ma, que solía ser el símbolo del éxito emprendedor del país, estuvo fuera del ojo público por varios meses.
La inesperada decisión provocó un gran impacto internacional. Pero lo que probablemente pocos imaginaron en aquel momento es que se trataba sólo del inicio de una ofensiva gubernamental para marcarle los límites a los gigantes tecnológicos.
Recientemente el presidente Xi Jinping defendió su campaña para imponer un mayor control sobre las firmas del sector tecnológico en una reunión del Comité Directivo del Partido Comunista Chino, según informó la prensa oficial.
Su objetivo, argumentó el líder chino, es «prevenir la expansión irracional de capitales» y «abordar el crecimiento salvaje» de las empresas tecnológicas.
Además lanzó una clara advertencia: redoblará su escrutinio sobre estas compañías.
«La puesta en marcha de todas estas regulaciones antimonopolio es absolutamente necesaria para mejorar la economía de mercado socialista y promover la prosperidad común», dijo Xi.
El concepto de la «prosperidad común» se ha transformado en el nuevo emblema del gobierno, argumentando que es necesario redistribuir la riqueza en China y fomentar una mayor competencia entre las firmas.