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Con 35 años, nuevo presidente regresa a Chile al excepcionalismo

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Pero desde el extremo de Sudamérica, se ha logrado impregnar en la conciencia global más de una vez en un patrón que algunos llaman excepcionalismo chileno.

Chile, cuyo nombre en lengua indígena significa “confín del mundo”, es una nación aislada, enclavada entre la impenetrable cordillera de los Andes y el océano Pacífico. En efecto, es una isla de 19 millones de habitantes.

Pero desde el extremo de Sudamérica, se ha logrado impregnar en la conciencia global más de una vez en un patrón que algunos llaman excepcionalismo chileno.

Fue el primer país en elegir a un líder marxista: Salvador Allende en 1970, quien fue derrocado por su propio Ejército, que instauró una dictadura abusiva e infame, para luego dar paso a una transición democrática pacífica en 1990 que condujo a una de los períodos más estables de creación de riqueza neoliberal en el mundo. En 2010, fue la primera nación sudamericana en integrarse a la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo.

La elección de Gabriel Boric, un ex líder estudiantil de 35 años y de izquierda, como presidente esta semana, marca otro momento del excepcionalismo chileno. Boric enfrenta innumerables desafíos —un congreso dividido, una grave desaceleración económica y la desconfianza en su alianza con el Partido Comunista—, pero es un milenial que encaja con la perspectiva de muchos de su generación, un izquierdista, sin duda, pero no de la vieja escuela.

Su victoria del domingo sobre José Antonio Kast sería como si, en las próximas elecciones de Estados Unidos, la representante Alexandria Ocasio-Cortez compitiera contra Mike Pence… y ganara.

Aunque a veces se califica a Boric como parte de un giro hacia la izquierda en América Latina, parece pertenecer a una nueva línea más globalista.

Los izquierdistas más antiguos —Andrés Manuel López Obrador de México, Cristina Fernández de Kirchner de Argentina y el recientemente electo Pedro Castillo en Perú— nunca critican a los regímenes de extrema izquierda de Cuba, Nicaragua y Venezuela. Boric, en cambio, los rechaza abiertamente calificándolos de fracasos y trágicas farsas.

“Muchos apuntan a una nueva ‘marea rosa’ en América Latina tras la victoria de Boric”, señaló Oliver Stuenkel, profesor de relaciones internacionales de la Fundación Getulio Vargas de Brasil. “Pero el presidente electo de Chile tiene muy poco en común con Castillo de Perú y aún menos con el régimen autoritario de Venezuela. Boric es un progresista. Castillo y otros icónicos líderes de izquierda son conservadores en lo social. Eso puede permitir que Boric se convierta en el rostro de la nueva izquierda latinoamericana, inspirando a otros candidatos en la región”.

Boric habla de una forma muy distinta a la izquierda tradicional de la región. Así lo hizo el domingo después de votar en su natal Punta Arenas, en el sur del país: “Somos una nueva generación que entran a la política con las manos limpias, el corazón caliente, pero con la cabeza fría. Estoy seguro que haremos a Chile más humano, decente e igualitario”.

Próximo a ser uno de los jefes de Estado más jóvenes del mundo, Boric es un gran lector y a la vez un populista. Cuando concedió una entrevista por Zoom a Bloomberg News hace unos meses, vestía de manera informal y estaba rodeado en su apartamento de los estantes típicos de un estudiante de posgrado.

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