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¿Por qué la gente termina creyendo sus propias mentiras?

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El autoengaño puede hacemos creer nuestras propias mentiras, e incluso hacernos más convincentes. Los medios de comunicación hoy en día están llenos de gente que ha vivido una mentira.

(BBC Mundo).-El autoengaño puede hacemos creer nuestras propias mentiras, e incluso hacernos más convincentes.

Los medios de comunicación hoy en día están llenos de gente que ha vivido una mentira.

Está Elizabeth Holmes, la empresaria biotecnológica, que en 2015 fue declarada la mujer que con su propio esfuerzo y trabajo llegó a ser la multimillonaria más joven y rica. Ahora enfrenta 20 años de prisión por fraude.

Luego está Anna Sorokin, también conocida como Anna Delvey, que fingió ser una heredera alemana y, posteriormente, estafó a la alta sociedad de Nueva York con cientos de miles de dólares. Y Shimon Hayut, también conocido como Simon Leviev, el llamado Tinder Swindler.

Lo que marca a todas estas personas no son solo las mentiras que les dijeron a otros, sino las mentiras que tuvieron que decirse a sí mismos. Cada uno de ellos creía que sus acciones eran de alguna manera justificables y, contra todo pronóstico, creían que nunca los descubrirían. Una y otra vez, personalmente parecían negar la realidad y arrastraron a otros en sus estafas.

Nos mentimos a nosotros mismos para proteger nuestra propia imagen, lo que nos permite actuar de manera inmoral mientras mantenemos la conciencia tranquila. Según las últimas investigaciones, el autoengaño puede incluso haber evolucionado para ayudarnos a persuadir a los demás; si empezamos a creer nuestras propias mentiras, es mucho más fácil hacer que otras personas también las crean.

Esta investigación podría explicar el comportamiento cuestionable en muchas áreas de la vida, mucho más allá de las estafas que acaparan los titulares en los últimos años. Al comprender los diferentes factores que contribuyen al autoengaño, podemos tratar de detectar cuándo podría estar influyendo en nuestras propias decisiones y evitar que estos engaños nos lleven por mal camino.

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Salvaguardar el ego

Cualquier psicólogo te dirá que estudiar científicamente el autoengaño es un quebradero de cabeza. No puedes simplemente preguntarle a alguien si se está engañando a sí mismo, ya que sucede inconscientemente. Como resultado, los experimentos suelen ser muy complejos.

Comencemos con la investigación de Zoë Chance, profesora asociada de marketing de la Universidad de Yale, Estados Unidos. En un ingenioso experimento en 2011 demostró que muchas personas emplean inconscientemente el autoengaño para agrandar su ego.

Le pidió a un grupo de participantes que realizara una prueba de coeficiente intelectual, con una lista de las respuestas impresa en la parte inferior de la página. Como era de esperar, estas personas se desempeñaron considerablemente mejor que un grupo de control que no tenía la clave de respuestas.

A pesar de que habían recibido ayuda, los participantes del experimento se convencieron de que eran más inteligentes de lo que en realidad eran.

Sin embargo, no parecían reconocer cuánto habían confiado en la “hoja de trucos”, ya que predijeron que les iría igual de bien en una segunda prueba con otras 100 preguntas, sin las respuestas. De alguna manera, se habían engañado a sí mismos al pensar que conocían las soluciones a los problemas sin necesidad de una mano amiga.

Para estar segura de esta conclusión, Chance repitió todo el experimento con un nuevo grupo de participantes. Esta vez los participantes recibieron una compensación económica por predecir con precisión sus resultados en la segunda prueba y el exceso de confianza vendría con una penalización. Si los participantes eran conscientes de su comportamiento, cabría esperar que este incentivo redujera su exceso de confianza.

En realidad, hizo poco para minar la autoconfianza inflada de los participantes, todavía se engañaban a sí mismos pensando que eran más inteligentes de lo que eran, incluso cuando sabían que perderían dinero. Esto sugiere que las creencias eran genuinas y profundas, y sorprendentemente sólidas.

No es difícil ver cómo esto podría aplicarse en la vida real. Un científico puede sentir que sus resultados fueron reales, a pesar del uso de datos fraudulentos; un estudiante puede creer que se ganó su lugar en una universidad prestigiosa, a pesar de hacer trampa en un examen.

Sinceridad moral

El uso del autoengaño para mejorar la autoimagen se ha observado recientemente en muchos otros contextos. Por ejemplo, Uri Gneezy, profesor de Economía de la Universidad de California en San Diego (EE.UU.) ha demostrado recientemente que puede ayudarnos a justificar posibles conflictos de intereses en nuestro trabajo.

En un estudio de 2020, Gneezy pidió a los participantes que asumieran el papel de asesores de inversiones o de clientes. A los asesores les dieron dos oportunidades diferentes para considerar, cada una de las cuales venía con diferentes riesgos y diferentes beneficios. También les dijeron que recibirían una comisión si el cliente optaba por una de las dos inversiones.

En una serie de pruebas, se les informó a los asesores sobre esta potencial recompensa al comienzo del experimento, antes de que comenzaran a considerar las diferentes opciones. Si bien aparentemente estaban eligiendo la mejor opción para el cliente, era mucho más probable que eligieran la opción que era favorable para ellos.

En el resto de las pruebas, sin embargo, a los asesores solo se les informó sobre esta posible recompensa después de que se les dio un tiempo para sopesar los pros y los contras de cada uno. Esta vez, pocos optaron por dejar que la recompensa influyera en su decisión, se mantuvieron honestos con su objetivo de darle el mejor consejo al cliente.

Para Gneezy, el hecho de que el conocimiento de los beneficios personales solo influyera en la decisión de los participantes en el primer escenario sugiere que su autoengaño fue inconsciente, cambió la forma en que calculaban los beneficios y los riesgos sin que se dieran cuenta del sesgo, para que pudieran sentir que seguían actuando en interés de los clientes.

En el segundo escenario, habría requerido un cambio de opinión completo, lo que habría sido más difícil de justificar ante ellos mismos. “Simplemente no podían convencerse a sí mismos de que estarían actuando éticamente”, dice.

De esta manera, el autoengaño es una forma de proteger nuestro sentido de la moralidad, dice Gneezy.

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