Entretenimiento

“La diplomática”, un cuento de hadas sobre género y poder

Serie la diplomatica
Serie la diplomatica
La serie sobre una embajadora de Estados Unidos en el Reino Unido, resulta efectiva en su representación del liderazgo femenino moderno y a la vez, retrata el sexismo en la cultura política

Infobae-  Poca gente habría predicho que un drama locuaz sobre una profesional del servicio exterior sería el próximo gran éxito de Netflix. Pero todo el mundo habla de La diplomática, y con razón.

La serie, en la que Keri Russell interpreta a la embajadora de Estados Unidos en el Reino Unido, debutó en el número 1 de las listas de lo más visto en las plataformas de streaming. Los críticos elogian las actuaciones estelares, la trama enrevesada y la escritura “irónicamente divertida” que componen este “apasionante drama”. Incluso la cuenta oficial de Twitter de la Embajada de EE.UU. en Londres tuiteó un divertido y elogioso vídeo que hacía una auditoría de los datos del primer episodio.

Con tantos ojos puestos en la última iteración televisiva de una mujer en un cargo político de alto nivel, su representación del liderazgo femenino es significativa. Como especialista en comunicación que investiga la imagen que los medios de comunicación dan de las mujeres políticas reales y ficticias, me interesa saber cómo la televisión y el cine configuran nuestra visión de las políticas en el mundo real.

Aunque al principio La diplomática perpetúa un estereotipo popular según el cual las únicas mujeres en las que se puede confiar en un alto cargo son las que no quieren estar allí, retrata de forma reflexiva la ubicuidad del sexismo cotidiano en la cultura política.

Te puede interesar: Fui, vi y escribí: Un té peligroso en Londres.

Mujeres y ambición política
La diplomática sigue al personaje de Russell, Kate Wyler, recién nombrada embajadora en el Reino Unido, y a su marido, Hal (interpretado por Rufus Sewell), antiguo embajador y la mitad más políticamente ambiciosa del dúo.

El presidente necesita sustituir a su vicepresidenta debido a un escándalo inminente, y Hal ha conseguido que Kate entre en la lista de candidatos –sin que ella lo sepa– convenciendo a la jefa de gabinete del presidente, Billie Appia, interpretada por Nana Mensah, de que la suprema competencia de Kate y su falta de ambición política es lo que la cualifica para el puesto. Hal insiste en que “nadie con el temperamento necesario para ganar una campaña debería estar al mando de nada”.

El supuesto mensaje central de La diplomática es que los políticos son pésimos líderes. No hay duda de que para muchos espectadores, eso es parte del atractivo de la historia.

Al igual que El ala oeste de la casa blanca, en la que Debora Cahn, showrunner de La diplomática, se inició, la serie es en parte un cuento de hadas político, que imagina un mundo en el que la gente que puede resolver problemas está realmente capacitada para hacerlo. Cuando intenta convencer a Kate de que se plantee el puesto de vicepresidenta, Billie le pregunta: “¿Te imaginas contratar a alguien para un puesto clave de gobierno sólo porque crees que sería bueno en él?”.

Sin embargo, se trata de un terreno difícil de negociar, y La diplomática refuerza inicialmente uno de los estereotipos más perniciosos sobre las políticas en la pantalla y en la vida real: las mujeres con ambiciones políticas no son de fiar. En series como Veep, 24 y Borgen: Poder y Gloria, las políticas ambiciosas resultan ser incompetentes o corruptas.

Te puede interesar: Todo vuelve y el caso Watergate también, a través de nuevas series y documentales

Por el contrario, las políticas éticas y de éxito, como las de Señora presidenta, Madam Secretary y, ahora, La diplomática, son funcionarias públicas a las que hay que engatusar para que participen en campañas y en política partidista.

Cuando Kate descubre que han estado maquinando a sus espaldas para nombrarla vicepresidenta durante una crisis de política exterior, consolida su estatus de apolítica dirigiéndose al presidente y anunciando: “No estoy hecha para esto. Voy a dimitir. La buena noticia es que eso me convierte en la única persona del mundo que no intenta besarle el culo, pero que sabe mucho sobre Irán”.

Luego, tras instruir al comandante en jefe sobre los puntos más delicados de la política exterior, Kate afirma que su disposición a cooperar con la petición del primer ministro británico de una demostración de fuerza se debe a que él “tiene miedo de que sus enemigos piensen que es demasiado viejo y frágil para poner a los americanos en primera línea de fuego”.

Como esto es un cuento de hadas político, el presidente, interpretado por Michael McKean, le da la mano, le dice que lo está haciendo muy bien y le contesta: “Deja ya esa mierda de ‘dimito’. Me cabrea mucho. No tengo tanto tiempo”.

La visión de una mujer cándida y apolítica que se gana el respeto de los hombres poderosos exponiendo los fallos de su lógica y poniendo de relieve sus debilidades es buena televisión.

Pero complica las cosas cuando los espectadores se convierten en votantes y se les pide que apoyen a candidatas reales que se presentan a cargos públicos y son castigadas por decir lo que piensan y hacer valer su autoridad. Las políticas que expresan ambición suelen ser evaluadas más negativamente por los votantes que sus homólogos masculinos, de quienes la ambición política no sólo se tolera, sino que se espera.

TRA Digital

GRATIS
VER