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El ministro Pavel Isa Contreras afirma que República Dominicana es un país bendecido en materia de agua

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Santo Domingo - El economista Pavel Isa Contreras, ministro de Economía, Planificación y Desarrollo, afirmó que República Dominicana tiene un muy buen balance hídrico y climatológico. Afirmó qu.

Santo Domingo – El economista Pavel Isa Contreras, ministro de Economía, Planificación y Desarrollo, afirmó que República Dominicana tiene un muy buen balance hídrico y climatológico. Afirmó que la República Dominicana tiene un muy buen balance hídrico y meteorológico.

A continuación el discurso de Isa Contreras tras la firma del Acuerdo Dominicano del Agua:

En términos de agua, la República Dominicana es uno de los países más favorecidos del mundo. La precipitación media en la República Dominicana es el 75% de la media mundial, más que en todas las regiones excepto Sudamérica. El balance hidrológico, es decir, la diferencia entre las precipitaciones y la evapotranspiración, también es muy favorable. En otras palabras, la naturaleza nos proporciona mucha más agua que en otras partes del mundo.

A pesar de ello, el país sufre un creciente estrés hídrico. Esto significa que la cantidad de agua disponible para las actividades domésticas y económicas es insuficiente, lo que supone un importante obstáculo para el desarrollo.

Por un lado, las reservas de agua son escasas. Esto se debe a cuatro razones.

En primer lugar, se ha acumulado menos del 10% de la cantidad potencial de agua disponible debido al bajo nivel de infraestructuras disponibles. Esto se debe a la insuficiente inversión en infraestructuras hídricas.

La segunda es que la deforestación está provocando erosión y sedimentación excesiva en las presas, reduciendo la capacidad de los embalses más rápido de lo previsto. Presumiblemente, también se ha reducido la disponibilidad de aguas subterráneas.

En tercer lugar, la calidad de las masas de agua se está deteriorando, en el caso de las aguas superficiales, debido a la contaminación por aguas residuales, y en el caso de las aguas subterráneas, debido a la sobreexplotación de las aguas subterráneas y la consiguiente acumulación de agua salada.

Al mismo tiempo, la demanda ha aumentado significativamente con el crecimiento de la economía y la población de Dominica, lo que ha provocado la sobreexplotación de las fuentes de agua.

La combinación de todo lo anterior ha provocado escasez de agua, daños en los ecosistemas acuáticos y una mayor vulnerabilidad medioambiental y social.

El estrés hídrico es especialmente grave en las regiones de Enriquillo, El Valle y Cibao-Noroeste, debido en parte a la inadecuada infraestructura hídrica, aunque existen importantes disparidades regionales. Las regiones Atlántica y Oriental, por su parte, carecen por completo de infraestructuras.

La agricultura es la actividad que más agua consume en la República Dominicana. Se calcula que la agricultura utiliza el 43% del suministro total de agua. La mayoría de las unidades de producción agrícola utilizan sistemas de irrigación tradicionales, que requieren enormes cantidades de agua y son derrochadores, con lo que la tasa de utilización efectiva del agua no supera el 25%. Es el caso del arroz, que utiliza el 60% del agua de riego. En este sentido, la tecnologización del riego podría ser uno de los medios más importantes para conservar el agua y reducir el estrés hídrico que padecemos, además de contribuir significativamente a aumentar la productividad agrícola.

En el caso del agua potable y el saneamiento, la cobertura es nominal pero baja en términos reales: se estima que el 87% de los hogares reciben el suministro de agua de la red pública. Sin embargo, como resultado de décadas de falta de inversión y abandono, sólo algo más de la mitad de los hogares reciben suministro de agua doméstica, con un 9% de los hogares recibiendo agua sólo un día a la semana y un 54% recibiendo agua menos de tres días a la semana. Los hogares más pobres que sufren las restricciones más graves del servicio son los que viven en asentamientos informales y zonas rurales. Además de los riesgos para la salud y el trabajo que supone ir a buscar agua, que a menudo recae sobre todo en mujeres y niños, una de las consecuencias más graves son los elevados gastos de bolsillo que tienen que asumir los hogares por el agua que no pueden obtener de la red pública. Estos costes son especialmente elevados para los hogares pobres. Los datos de la última Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares muestran que el 20% de los hogares más pobres pagan tres veces más por el agua como porcentaje de sus ingresos que el 20% más rico. Además, se calcula que los hogares de la República Dominicana gastan más en el suministro de agua del sector privado de lo que pagan por los servicios públicos.

Otro punto débil de los servicios públicos es la baja cobertura de los sistemas de saneamiento. Se calcula que sólo el 20% de los hogares con inodoros están conectados a la red de alcantarillado, sólo el 10% tienen sus aguas residuales recogidas, menos del 20% reciben algún tipo de tratamiento y sólo el 60% del 20% de los hogares más pobres de la población tienen acceso a servicios de saneamiento.

Por último, también hay que mencionar las importantes pérdidas sufridas por los proveedores de servicios. Se estima que el 45% del agua tratada para los operadores más eficientes y el 82% para los más ineficientes son pérdidas técnicas y comerciales, que deben cubrirse con subvenciones públicas.

Todo lo anterior tiene correlaciones institucionales que lo explican. En cuanto a los recursos hídricos, el marco normativo es débil y no existe un marco institucional que establezca obligaciones y restricciones claras para conservar adecuadamente los caudales ecológicos, definir los usos prioritarios y fijar las tarifas a los usuarios.

En cuanto al regadío, las políticas, la normativa, las tarifas y los ingresos son insuficientes para mantener y ampliar el sistema, a pesar de la creación y el funcionamiento de una Junta de Regantes.

La fragmentación institucional y la debilidad de la gobernanza y la reglamentación también se observan en relación con el agua potable y el saneamiento. Las capacidades de los operadores varían notablemente, pero dependen de las subvenciones públicas para proyectos e inversiones debido a las bajas tarifas de agua y saneamiento, la escasa facturación y recaudación, los altos niveles de agua no utilizada y, en algunos casos, el elevado consumo de energía.

Ante esta situación en materia de recursos hídricos, regadío, agua potable y saneamiento, estamos obligados a ponernos de acuerdo, acordar y actuar en todos los aspectos.

El Acuerdo sobre el Agua de Dominica que firmamos hoy debe ser la base de las políticas nacionales que nos conduzcan hacia la reforma institucional y de gobernanza, la capitalización y la modernización para la sostenibilidad y la equidad en la gestión del agua.

La gobernanza del agua debe apoyarse en tres funciones o dimensiones del agua. Es un recurso natural que hay que proteger y conservar, un derecho humano que hay que garantizar y un recurso económico que hay que regular. Al mismo tiempo, dicha gobernanza debe garantizar un enfoque integrado de la gestión del agua, desde la protección de las cuencas aguas arriba hasta el tratamiento de las aguas residuales.

Esto requiere, en primer lugar, un marco institucional y obligaciones, en segundo lugar, criterios de desarrollo de los acuíferos y, en tercer lugar, una ley general del agua que establezca criterios de asignación por usos.

También es necesaria una ley de servicios de agua potable y saneamiento que contribuya a mejorar la calidad de los servicios y la sostenibilidad financiera de los proveedores.

Por último, se necesitan nuevos reglamentos, políticas e instrumentos para la gestión y modernización del regadío. Asimismo, tenemos la obligación de acelerar la construcción de infraestructuras hídricas con estándares de sostenibilidad social y ambiental, ampliar y mejorar los servicios de agua potable y saneamiento, especialmente para los hogares más pobres, y modernizar los sistemas de riego.

Que este Pacto Dominicano por el Agua sea el punto de partida para una transformación a largo plazo de la forma en que conservamos, producimos y distribuimos el agua.

Unamos este pacto a nuestra naturaleza, a nuestra gente, a la gente de hoy y a la gente del futuro».

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