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La mujer de negro quiere demostrar que el terror también tiene cabida en el teatro

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VALÈNCIA Las carteleras de los teatros más famosos del mundo están llenas de musicales. También abundan las comedias y los dramas disparatados con muchos diálogos y monólogos profundos. Sin emba.

VALÈNCIA Las carteleras de los teatros más famosos del mundo están llenas de musicales. También abundan las comedias y los dramas disparatados con muchos diálogos y monólogos profundos. Sin embargo, rara vez se encuentran thrillers y terror. Es como si el terror abordara la compleja tarea de despertar las fobias del público con menos recursos que el cine o la literatura. Diego Braginski cree que una buena obra de terror no se hace con la esperanza de que se parezca demasiado a una película, y que sólo una buena obra puede vender entradas. Así lo cree al poner en escena La mujer de negro, una obra excelente. La obra, a pesar de ser casi única en su género, demostró ser popular y se convirtió en una de las producciones no musicales más representadas en Londres. Queremos subrayar que se trata ante todo de una obra de teatro.

La mujer de negro es también una de las producciones mitológicas de Olympia Metropolitana, estrenada por primera vez en Thalia y representada posteriormente en Olympia. Se produjo con La Pavana y está estrechamente vinculada al personaje de Emilio Gutiérrez Cava en España. En esta ocasión, la obra está dirigida por Rebeca Valls, con Jordi Balestre y Diego Braginski como protagonistas. La obra vuelve al Teatro Thalia (13 sept-22 oct) tras años sin representarse en Valencia. Con una firme creencia en la legitimación de textos insólitos, Jordi Balestre tiene la capacidad de convertirse en «una experiencia, un fenómeno que va más allá de la visita al teatro».

Víctor Lucas potenció el espacio sonoro, Luis Crespo trató de estrechar el espacio escénico y el ilusionista Nacho Diago introdujo «efectos especiales» para «dejar que la magia entrara en el teatro». Aunque el 50% de la obra depende de los actores, hay otro 50% que no depende de ellos.

La mujer de negro, basada en la novela de Susan Hill y adaptada para la escena por Stephen Marrat, ha sido un gran éxito en los escenarios londinenses durante 30 años. En esta producción, Arthur Kipps, un abogado de mediana edad, alquila un teatro y contrata a actores profesionales para que representen sucesos fantasmales que le ocurrieron a él y a su familia hacia 1950. Lo hace porque necesita sacar a la luz la historia y también porque espera que sirva de exorcismo y así liberarse para siempre.

El carácter metateatral del texto permite que la obra sea variada y mantenga su humor, en contraste con la misma historia contada en un libro o en una película. Una vez más, el teatro demuestra su legitimidad en la absurda captación de atención que se produce en la cultura cuando la sociedad se ha quedado sin tiempo libre. Bals quiere que la producción «apele a la imaginación» y legitime «el aquí y el ahora». He eliminado los ladrillos de la escenografía original porque quiero que el público sienta que todo sucede en el Teatro Thalia, aunque lleven trajes de 1950″.

Braginski también está entusiasmado con esta nueva producción. Nuestra producción es nueva, no queríamos repetir algo que se lleva haciendo más de 20 años. Todos los elementos están pensados para que el público sienta que esto es lo que pasa en el teatro».

Como una historia de miedo a la luz de una hoguera, no hace falta mucho para perturbar el sueño de alguien. Sólo hace falta la magia de la historia, la ternura con que se cuenta y la calidad del oyente. En el Olympia Metropolitana, ayer se lanzó una advertencia de periodista a periodista para que fueran a ver la obra. Y es que desde el estreno absoluto y otros conciertos preparatorios en Cataloja, la obra no ha parado de crecer. Todo ello para luchar «con las armas del teatro» contra la creencia de que el miedo es ajeno a un espacio como Thalia.

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