Por Cristina Sánchez Reyes
Acapulco, México: «Acapulco está desolado. Es una película de terror». Así describió entre lágrimas el fotógrafo David Guzmán el otrora paradisíaco balneario del sureño estado mexicano de Guerrero, devastado por el huracán Otis, que tocó tierra el miércoles y ya ha dejado 27 muertos y miles de damnificados.
El fotoperiodista Guzmán, colaborador de la agencia EFE en Acapulco, se encontró con la inesperada escena, al igual que todos los habitantes del lugar.
Guerrero no tiene comunicaciones debido a Otis, tres estados mexicanos no han emitido alerta sísmica.
Los residentes locales y los miles de turistas que se alojan en Guerrero habían sido advertidos de que Otis tocaría tierra en forma de huracán, lo que se esperaba entre las 4 y las 6 de la madrugada del miércoles.
Momento inquietante.
Estaba trabajando en una convención minera en la zona diamantífera y después del trabajo fui a recoger a mi padre. Llegué a casa sobre las 10 de la noche y cené. Llovía, pero muy poco y no me lo esperaba», explica.
A eso de las 13.30, dice, empezó a levantarse viento y empezó a recibir avisos por Whatsapp, sin saber qué esperar. En 20 minutos todo cambió. El viento empezó a soplar, empecé a ver rotoplas (contenedores de agua) volando por las ventanas y las sábanas volaban».
Refugiado en su habitación con su mujer y sus hijas, cuenta que empezó a ver agua entrando en la casa y en pocos minutos todo se volvió «terrorífico».
‘De repente el salón estaba patas arriba, el guardapolvo, la cocina, la nevera, todo estaba patas arriba. Fue como si me hubieran sacudido. Mi casa ya no tenía ventanas, los cristales estaban rotos, entraba agua a raudales y no podía ver nada. Sólo había una lámpara», recuerda.
Otis, que ya es un huracán de categoría 5, entró en la costa de Guerrero a las 0.25 horas, con vientos máximos de 270 km/h y rachas de 300 km/h.
David, de la zona devastada, cree que la furia de Otis duró al menos tres horas, durante las cuales él y su familia fueron evacuados.
Hacia las 3.30 de la madrugada, cuando el aire se había debilitado, fui a mi salón y saqué un poco de agua. Luego me fui a la cama. Cuando abrí la puerta, había cables tirados y algunas sábanas. Al abrir la puerta, había cables tirados y una sábana.
A las 7:30 horas del miércoles, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, reconoció que Guerrero había sufrido graves daños y declaró que se trataba de un huracán que se había producido de forma atípica.
Mientras tanto, el centro de Acapulco estaba ‘irreconocible’, dijo David.
‘En la calle principal, todo estaba en el suelo. El malecón estaba irreconocible, había lanchas en el malecón y vimos a mucha gente saqueando los oxos [tiendas de conveniencia]».
Además, en medio del caos reinaba la apatía, añadió. Caminé unos cinco kilómetros y sólo había muertos tirados en el paseo marítimo, pero la gente pasaba a su lado como si no fueran nadie, como si fueran basura o tomates podridos».
Con lágrimas en los ojos, buscó a su alrededor una señal de Internet, pero sin éxito. Otis dejó una zona aislada, sin electricidad, agua ni teléfono. Sólo había saqueos, árboles caídos, gente llorando, turistas con maletas y gente abriendo sus coches ‘como animales’.
Daba mucho miedo. Parecía una película de terror. Pensé que nunca llegaría a casa. La zona empezó a oscurecerse y la gente corría con carritos llenos de comida y se volvía loca. En lugar de pedir ayuda, David es consciente de que las autoridades no estaban presentes durante el caos.
Antes de la tragedia, había unos 20 soldados en toda la zona, pero en mi visita posterior al huracán no vi a ninguna autoridad».
Los huracanes no ceden, dice, lo que hace difícil saber cuántos daños dejó Otis, sobre todo en las zonas altas de Acapulco.
‘Mi casa quedó devastada, pero estoy en el cielo. Mi casa quedó devastada, pero estoy en el cielo. Acapulco no se recuperará en tres meses. Lo más grave es la recuperación que viene, hay muchos mosquitos y prevalecen las infecciones respiratorias. No sabemos qué pasará’, concluyó.