El nuevo álbum del artista puertorriqueño Bad Bunny, Nadie sabe lo que va a pastar mañana, ha alcanzado el número uno en las plataformas de distribución musical de todo el mundo. Como en ocasiones anteriores, el álbum es una crítica social a la Iglesia católica. Una de sus canciones, «BATICANO», por su gramática, muestra por dónde van las balas al más puro estilo trap, convirtiendo la V del Vaticano en una B. Al convertir el catolicismo, válido o no, en una narrativa global hegemónica contra la Iglesia, Benito Antonio Martínez Ocasio ( intenta situarlo como objeto de reflexión que queda fijado en una mirada retrospectiva, mostrando su impacto concreto en el Bad Bunny.
Dios te ve, Dios te oye. Eso es lo que enseño a mis hijos’. En este pasaje de BATICANO, Budd intenta afirmar en su relato el valor del relativismo moral, más extendido en el siglo XXI que los principios de la fe. Según Benito, esta visión de Dios que promueve el pensamiento católico es tan estrecha que retrata a Dios como una especie de ‘Gran Hermano’ sin ahondar en lo que el Papa Francisco define como una iglesia abierta basada en la sinodalidad, con escucha activa de todas las voces como forma de evangelización. El espacio de Francisco para «todos y todo» incluye también al Conejo Malo. El Reino de Dios no es un lugar reservado sólo para personas perfectas, ni la esencia del catolicismo se basa en una fe castigadora.
Como dice ‘Baticano’, ningún ser humano en este mundo tiene derecho a juzgar como Cristo, y hay personas consagradas que no guardan sus votos de castidad y pobreza. La opinión de Benedicto no es un ataque al catolicismo, sino que rompe el cascarón de los tópicos habituales sin ahondar en las estructuras sociales que están detrás de esta falta a la verdad. Esta nueva era, marcada por un paradigma tecnocrático que viste todos los aspectos de la vida con maquillaje comercial e impersonaliza el bien, ha construido un prototipo de hombre y mujer del siglo XXI a lo Bad Bunny. Entonces, como dice en Nadie sabe lo que va a pasar mañana, ese pico de falta de profundidad en el éxito de un concierto ante miles de personas es solitario.
Nadie sabe lo que va a pasar mañana es un disco que no defrauda a quienes seguimos el género urbano desde hace años. También demuestra que, aunque parezca poca cosa, incluso referentes globales en la creación de contenidos como Bad Bunny se repiten en la visión popular de la Iglesia, sin ir más allá de lo afirmado por la industria cultural capitalina, que sólo señala manchas en el ojo católico. Sería conveniente que Benito ordenara los sentimientos que mueven su pensamiento sobre las estructuras eclesiásticas. Para ello, haría bien en preguntarse si su voz interior quiere que medie en los conflictos que provoca alejarse de un discurso publicitario anticatólico, discreto y menos directo, y desarrollar una crítica desde una visión profunda. Porque, como él dice, «nadie sabe lo que pasará mañana».