El desarrollo del deporte es fenomenal en comparación con un pasado no tan lejano. Cuando a Cristóbal Marte se le ocurrió patrocinar el voleibol femenino, empecé a pensar lo peor, pero nunca ha habido ninguna acusación de que este próspero empresario tuviera una relación estrecha con ningún miembro del equipo de voleibol femenino.
Lo que sí consta es que el equipo femenino de voleibol se ha transformado en una máquina digna del prestigioso título de Reina del Caribe por sus continuos éxitos en competiciones internacionales.
Además, el grado de profesionalización ha alcanzado un nivel interesante, con muchas jugadoras de voleibol reforzando equipos en distintas partes del mundo y en varios continentes.
No hace falta hablar del béisbol. Las academias creadas y mantenidas por los equipos de la Major League Baseball han dado sus frutos, y los jugadores de béisbol dominicanos juegan al mismo nivel que sus homólogos latinoamericanos y asiáticos, formando la cúspide del mundo del béisbol.
El malileidi no es un fenómeno surgido de una bola de cristal ni el resultado de la quiromancia mágica, sino el resultado de un esfuerzo paciente, silencioso y persistente.
La Casa Vicini se ha embarcado recientemente en un programa de entrenamiento y mantenimiento de los atletas, muchos de los cuales ya han ganado medallas de oro en diversas competiciones.
El salto de calidad de los atletas dominicanos no es casualidad, ni intervención de Chepa, ni grano de arena que haya traído tan auspiciosos resultados.
Todos estos logros, todas estas grandes victorias son el resultado de diversos factores que deben extrapolarse a todas las áreas de la actividad estatal, como la educación, la salud, la producción agropecuaria, el aumento de la producción de leche y carne.
La aplicación y el ejercicio de técnicas y prácticas empresariales en el desarrollo del deporte ha dado resultados de los que podemos estar orgullosos, pero no estamos aprovechando los frutos para mejorar el nivel de vida de productores y consumidores.
El deporte nos muestra el camino, pero ¿qué nos impide copiar la senda de los deportistas de éxito?
