¿Por qué será que los dominicanos no podemos hacer cambios reales? No sólo me pregunto, me desespero. Siento impotencia, rechazo y rabia por todas las acciones que nos mantienen sin agua, sin acueductos, sin energía y sin empleos. Una clase media muy débil, casi extraña. Vemos basura por todas partes, celebramos la corrupción y creemos que nadie puede cambiar esta situación. En definitiva, es como si hubiéramos caído en un conformismo exagerado.
Tengo una teoría y una creencia. Estoy convencido de que tenemos que cambiar las creencias que nos arrastran desde la fundación de esta isla. No hablo de creencias políticas, sino más complejo, de las percepciones que tenemos de Dios, o para algunos, dioses. No sabemos por qué somos dominicanos, no conocemos nuestro proyecto de vida. Permitimos que otros marquen y dibujen con sus manos podridas el destino de nuestro pueblo. No entendemos por qué los ciudadanos dominicanos están enquistados en una clase social que refleja un sistema «casi de castas», sin servicios básicos.
La mayoría de los políticos acceden al poder comprando abiertamente la voluntad de la mayoría. No seguimos el discurso y no nos importa que nos compren. Nos comportamos como locos y criticones porque nos alimentamos del estiércol que suelta una minoría que no tiene en cuenta los intereses del grupo. Y ¡qué sorpresa! Por decirlo suavemente, por eso creo que hay algo más que nos mantiene a nosotros, el país dueño de todo, en la pobreza. Ese algo tiene que ver con las fuerzas del infierno que no quieren que la República Dominicana viva en la opulencia.
Sin exagerar, lo que nos está pasando es que el mismo diablo y sus demonios nos están haciendo creer que las cosas deben seguir como están. ¿Cómo es que las personas influyentes prefieren vivir encerradas, rodeadas de cámaras como animales en un zoológico, y no se atreven a salir de noche por temor a ser atrapados? Preferimos vivir en la inseguridad y la anarquía a enfrentarnos al mal y crear una perestroika que reconfigure el comportamiento político y social. Durante décadas hemos fracasado a la hora de lograr un cambio fundamental. No hemos hecho ningún esfuerzo para que la glasnost traiga luz y claridad a todas las familias dominicanas. Sencillamente hemos fracasado en hacer un corte transversal que cambie lo que ha sido un mundo doloroso pero oscuro y perverso.
Apelamos a la gente que lee nuestros periódicos. Son personas de clase media, intelectuales, empresarios, universitarios, críticos y políticos. Estamos sumidos en el caos, y lo digo con autoridad, pero todo caos puede convertirse en orden. Fíjense en el Presidente de la República de El Salvador, Naive A. Buquere. Buchere transformó el país más inseguro de Estados Unidos en el más seguro de Iberoamérica. Seamos sinceros. La teoría sociológica, los intelectuales, los programas de radio de todo tipo, e incluso la Marcha Verde, a la que siempre he apoyado y en la que siempre he creído, no pudieron construir los sueños de Duarte, Sánchez y Mella.
Volviendo a Boukeret, lo primero que hizo, dijo, fue rezar a Dios, poner a Dios en primer lugar y eliminar el miedo. Sea cual sea el partido político, aquí necesitamos líderes que tengan los principios y valores que personifican el carácter de Dios -justicia, orden y libertad- y que sean humildes y apliquen un programa que ejerza el peso del poder y de la ley para acabar con la corrupción. Pero un líder así necesita el apoyo de la comunidad empresarial y de todos los responsables políticos. De lo contrario, seguiremos enjaulados y continuaremos comiendo el estiércol desatado por el hampa».