Derbi holandés. 15 detenidos en el incidente del Ajax contra el Feyenoord.
Es difícil imaginar a Messi vistiendo la camiseta del Real Madrid en los últimos años de su carrera. Lo mismo ocurriría con Larry Bird haciendo su último baile con los Lakers. Para Hendrik Johannes Kreif (1947-2016), la palabra imposible era un fleco, un balón controlable. Por eso dejó el Ajax en el verano de 1983 para jugar la última temporada de su carrera en el eterno rival, el Feyenoord.
No fue un capricho, sino una reacción del pie contra la nariz. La directiva del Ajax, encabezada por Ton Harmsen, vio que la bolsa de genialidades de Kraiffe se había agotado y que el jugador de 36 años estaba listo para dictar cuándo colgar las botas. El mensaje de la imprudente cocina del Ajax era que la estrella ya no lo era, que su silueta ya no era tan esbelta y que debía dejar paso a nuevos talentos.
Esta discordia fue especialmente letal para una de las partes. Cruyff llamó al Feyenoord, como un recién llegado en busca de una oportunidad para completar su venganza. En Rotterdam se presentó el rebelde, que había trabajado en una tienda de deportes en Amsterdam y esperaba a su madre viuda para limpiar el estadio del Ajax.
Para el niño Claife, cuyos primeros pasos en el Ajax le obligaron a escribir 50 cartas al entrenador diciéndole que tenía que comportarse y jugar limpio durante los partidos, el fichaje por el Feyenoord fue una aventura más, una pincelada más en una vida llena de idiosincrasias. No me atrevería a jugar la final del Mundial (1974) con una camiseta distinta a la del resto de mis compañeros”.
Desafiar a Krife era un deporte peligroso. Desafiar a Kraif y tratarle como a un jugador acabado era suicida. El Feyenoord tenía entre manos a una leyenda furiosa. A Johan no le bastaba con jugar bien, conseguir tres tapadas y recibir una simpática ovación de respeto. El menú de Johan era la venganza.
Para el fanático de la numerología, que explica que le gusta el “14” porque se casó un dos de diciembre, la camiseta “10” del Feyenoord fue otro golpe a su hoja de servicios. La afluencia de números ha contribuido a teñir sus actuaciones. Algunos días parece un Kreif de los 70, cuando Rotterdam se olvida de que es una ciudad portuaria y se convierte en una fiesta.
En el Feyenoord, como en el resto de su carrera, Kreif jugaba como quería. Entre otras cosas, jugaba en el centro del campo, donde hizo gala de su habilidad en el pase en numerosas ocasiones. Sus numerosos pases con el exterior de ambos pies podrían haber estado en un museo del fútbol.
Al equipo se unió un chico de zancada gigante llamado Ruud Gullit. Llevaba el uniforme del “7” y volaba por todo el campo cuando recibía un pase de paquete del maestro. Según los registros oficiales, el entrenador se llamaba Ties Libregts. El entrenador era Kreif. Puso a todo el mundo en su sitio.
El calendario de esta temporada mostraba fechas para fuegos artificiales. El Feyenoord visitó al Ajax y se sintió especialmente motivado por la presencia divina del club. El club de Amsterdam estaba lleno de proyectos divinos, como Ronald Koeman, Van Basten y Leichhardt.
El Ajax aplastó al Feyenoord por 8-2. Tras el partido, la liga parecía que iba a quedar descolorida hasta que Kreif dijo: “Todavía queda mucho, el Feyenoord será el campeón”. Eran las palabras de un sacerdote del fútbol. En el partido de vuelta, el Feyenoord goleó 4-1 al Ajax en la bañera del fútbol europeo, De Kip. No hay quien pare el tren de la venganza.
Todo había terminado; diez años después, el Feyenoord ganó el campeonato de liga. Por supuesto, ganaron la liga tras eliminar al Ajax en la repesca. El día que ganaron la liga, los hinchas del Feyenoord abarrotaron el campo. Cruyff regateó a los primeros y fue engullido por la multitud, que lo cargó a hombros.
Con su juego pintado en el techo y en los azulejos de la venganza, Cruyff fue nombrado Jugador Holandés del Año. Jugó 33 partidos y marcó 11 goles. Unos meses más tarde, Johan regresó al Ajax, donde fue nombrado director deportivo. Nadie le olvidará allí ni en el Feyenoord”.