La escalada de violencia entre Israel y Palestina sigue cobrándose la vida de miles de personas. Este jueves, el número de muertos ascendió a 5.200, de los cuales 3.800 murieron dentro de la Franja de Gaza y 1.400 durante los ataques del grupo Hamás el 7 de octubre, que marcaron el inicio de una nueva escalada.
Desde entonces, se han disparado decenas de cohetes desde Gaza hacia Tel Aviv y viceversa, llevándose la peor parte la parte palestina, mientras que el bando de Hamás utiliza a la parte más vulnerable de la población -los civiles- como escudos humanos.
La parte israelí ha amenazado con intensificar sus ataques hasta lograr la misión de aniquilación completa de Hamás, una tarea de enormes proporciones.
Sin embargo, para entender la actual escalada es necesario remontarse a acontecimientos concretos que han marcado el curso del conflicto hasta ahora.
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Además de los aspectos religiosos, las reivindicaciones territoriales son sólo algunos de los aspectos que han provocado el enfrentamiento entre estos Estados desde principios del siglo pasado.
Desde la Primera Guerra Mundial, los judíos han buscado un lugar donde asentarse y formar su propio Estado. Poco a poco lo fueron consiguiendo en tierras antes ocupadas principalmente por musulmanes y cristianos.
Sin embargo, los musulmanes comprendieron que les estaban expulsando de sus tierras y siempre consideraron a los judíos sus enemigos y una amenaza para sus raíces.
Este sentimiento se acentuó en 1948, concretamente con la declaración de independencia de Israel el 14 de mayo, cuando se convirtió en república y volvió a ser reconocida por las organizaciones internacionales.
Esto provocó una serie de enfrentamientos y luchas, que debilitaron a los grupos palestinos.
En 1922, la población judía de los territorios palestinos ascendía a 84.000 personas, pero nueve años después, en 1931, había aumentado a 175.000, lo que representaba el 20% de la población.
El éxodo estuvo motivado por el movimiento sionista, que pretendía establecer un Israel independiente, pero fue visto con resentimiento por los musulmanes, que se rebelaron en 1936 en un episodio conocido como la «Gran Revuelta Árabe», que se saldó con 650 muertos entre judíos y británicos.
El 22 de julio de 1946, el grupo paramilitar Irgun bombardeó la sede del Mandato Británico en el Hotel Rey David, matando a 92 personas.
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Tuvo lugar tras el asesinato y la persecución de millones de judíos durante el Holocausto, precisamente en plena Segunda Guerra Mundial, cuando una gran migración de judíos huyó de la persecución nazi y llegó a la región en busca de refugio.
En esta tensa atmósfera, Israel declaró su independencia sólo dos años después, pero los palestinos no lo aceptaron y continuaron e intensificaron sus ataques contra la recién creada república.
El 5 de junio de 1967, una coalición árabe formada por Egipto, Jordania y Siria inició un conflicto anticipado con Israel, que provocó nuevas pérdidas de tierras palestinas reclamadas por los vencedores.
A pesar de la presión previa y de los constantes ataques, el público israelí se acostumbró a soportar atentados y bombardeos.
El conflicto entre palestinos y judíos se ha limitado a acusaciones y reivindicaciones religiosas y territoriales mutuas, dividiendo esencialmente a los dos grupos de Oriente Próximo. Por un lado, está Israel, reconocido oficialmente por la ONU; por otro, está Palestina, que, aunque aceptada por muchos países, aún no se ha convertido en un Estado oficial.
Desde el punto de vista religioso, los mismos judíos y musulmanes que israelíes y palestinos están cada vez más divididos, pues tratan de imponer sus propias doctrinas y divinidades.
Además, las fuerzas militares están divididas entre la Fuerza Ejecutiva Palestina, afiliada a Hamás, y las Fuerzas de Defensa de Israel, y las fuerzas armadas están enfrentadas desde hace 12 días.
Las demandas se inclinan y dividen en gran medida del lado palestino. La parte palestina exige la devolución de los territorios ocupados y los perdidos en la guerra de 1967, y el reconocimiento de un Estado palestino.
También exigen el fin de la ocupación irregular de Cisjordania y la devolución de Jerusalén oriental, ciudad mística de gran valor religioso para ambas partes y para el cristianismo.
Para Israel, ninguna de estas exigencias está en peligro. Al contrario, lo que se exige es el desmantelamiento de Hamás y el cese de los periódicos ataques islamistas contra Tel Aviv.
A medida que el conflicto se intensifica y se acerca a Gaza, cientos de miles de personas huyen de los feroces ataques israelíes con cohetes en represalia por los atentados de Hamás que mataron sin piedad a más de 1.300 personas el 7 de junio de este mes.
Por un lado, se difunden imágenes de militantes del grupo palestino decapitando a personas y quemando a recién nacidos, mientras que, por otro, el incesante lanzamiento de cohetes desde Israel aumenta el número de víctimas civiles en el conflicto.
Según las organizaciones internacionales que analizan los posibles crímenes de guerra cometidos por ambas partes, son los civiles quienes se encuentran atrapados en medio.
Tanto las Fuerzas de Defensa de Israel como la cúpula militar de Hamás se han acusado mutuamente y hay investigaciones en curso.