residentes / del campo y de las ciudades / vengan y cantemos himnos de piedad filial insondable.Así comienza el himno a la madre, escrito por Doña Trina de Moya de Vázquez. Esa canción, que data de principios del siglo XX pasado, da una idea de lo que debe ser la sociedad dominicana después de cien años. De una población muy agrícola, nos estamos convirtiendo rápidamente en habitantes urbanos. La rápida velocidad del tiempo no nos permite planificar y construir refugios adecuados para el desarrollo armonioso de las familias, las escuelas, los centros de recolección de desechos y su manejo, los espacios deportivos, la electricidad, el agua, los hospitales, las morgues y los cementerios.
Muchos viven en el licor mágico de la inmortalidad. Pocas personas entienden y, por lo tanto, ignoran la vida y la muerte mutuas que siempre existen, como si nunca dejaran de existir, tal como se comportan. Que acepta el concepto biológico de que estar vivo es un milagro de felicidad. Aún así, desde el comienzo de la concepción, existe un riesgo infinito de morir durante la vida intrauterina. Se estima que alrededor del 20% de los embarazos terminan en aborto espontáneo. En espacios perinatales y neonatales, el riesgo de muerte aumenta. Es por eso que la Organización Mundial de la Salud tiene en cuenta los indicadores de mortalidad materna e infantil para evaluar el estado de salud de cada conglomerado humano. Desde la antigüedad, ciertas culturas orientales han tomado la amabilidad de las personas como parámetro para calificar cómo cuidan y cuidan a sus muertos.
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Los trabajadores de la salud están listos para ayudar con la vida, pero no para el cuidado que requieren los cadáveres. Pocas personas entienden lo que significa perder a un ser querido para su familia. El vergonzoso escándalo causado en nuestro país por el hallazgo de 6 recién nacidos sin vida abandonados en la valla de los cementerios municipales, los hechos que se convirtieron en noticia viral que conmovió la conciencia de muchas personas, es un indicio evidente de que todavía hay muchos dominicanos con la capacidad de sorprender y negar cómo se ha tratado a los muertos en muchas instituciones de salud en el territorio del país. Es una señal.
Se trata de un problema social sensible que alcanza una cierta relevancia situacional, ya que se da en el momento de campañas electorales que tienen un efecto perjudicial en la esfera política de gobierno. Puede parecer nuevo, pero es una enfermedad crónica exacerbada por la falta de atención oportuna y efectiva. Es el departamento de patología del hospital el responsable del manejo diario de los cadáveres naturales.
Existen protocolos para anotar la dinámica de la entrada y salida de los fallecidos en la morgue. El inventario del estado y la capacidad de los refrigeradores para cadáveres, así como el número de autopsias realizadas en estos centros, revela plenamente el drama que tiene lugar en estas morgues. Agreguemos lo caro que es un servicio funerario, comenzando con el precio de un ataúd. Para una familia humilde, dar sepultura cristiana a uno de sus seres queridos fallecidos es un gran sacrificio económico. Incapaces de afrontar bien los costos financieros, los familiares optan por no insistir en los cuerpos sin vida. Agreguemos que el número de muertes de haitianos que temen ser deportados y cuyos familiares no se atreven a manejar la rendición está creciendo.’.