La fuerza multilateral aprobada por el Consejo de Seguridad de la ONU para ayudar a la policía haitiana en la lucha para desmantelar los grupos armados no dispondrá probablemente de los efectivos proporcionados por la comunidad internacional ni de los recursos para mantener esta fuerza en términos de equipamiento y alimentos.
No es la primera vez que Haití es intervenido sin consecuencias: entre 1993 y 2000, bajo diversos nombres (UNINH, UNSIMH, MIPONOH), hasta el punto de que el Presidente Jean-Bertrand Aristide, que dimitió y volvió a la presidencia, se vio obligado a exiliarse No hubo paz, desde junio de 2004 hasta octubre de 2017, 11.000 cascos azules y un presupuesto anual de 1.000 millones de dólares MINUSTAH (Misión de Estabilización de la ONU en Haití), pero lo que dejaron atrás fueron violaciones de los derechos humanos y sexuales y las secuelas del cólera.
Si comparamos esta misión con la actual, que cuenta con 1.000 policías kenianos, cientos de Bahamas, Jamaica y otros países africanos, y en la que Estados Unidos ofrece 100 millones de dólares de apoyo, hay que concluir que la misión que aprobó la comunidad internacional es imposible sin aportar personal y recursos.
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Supongamos 10.000 soldados y un apoyo logístico adecuado. Estas tropas, que no hablan creole, tienen que rastrear a los guerrilleros urbanos a través de callejones densamente poblados.
Esto se debe a que en Haití no hay ninguna prisión que pueda albergar a 40.000 bandidos, como la que construyó en poco tiempo el presidente salvadoreño Boukere; en Haití, los bandidos tendrían que ser abatidos a tiros, lo que causaría un enorme número de muertos a la fuerza multinacional. Recordemos la intervención militar estadounidense en Somalia. En una sola escaramuza en la capital, Mogadiscio, murieron más de 90 marines estadounidenses, y el episodio sirvió de guión para la película Black Hawk Derribado.
No obstante, es extremadamente optimista y, suponiendo que la fuerza reciba el apoyo decisivo de la comunidad internacional y consiga eliminar a las bandas, la sostenibilidad de esta paz dependerá del establecimiento de un gobierno legítimo de unidad nacional y de la capacidad de la comunidad internacional para proporcionar recursos para la inversión en infraestructuras y la ayuda humanitaria.
Sea cual sea el escenario, la RD reforzará sus fronteras para impedir la inmigración masiva y el bandidaje, completará los muros físicos y técnicos, mantendrá la vigilancia interna, ya que las bandas pueden tener una «cabeza de puente» en nuestro territorio, y sobre la mesa bilateral una vez que haya autoridades legítimas al otro lado, discutir cómo gestionar nuestros ríos comunes y cómo planificar la reforestación de la cuenca para garantizar el agua para el futuro.
La guerra en Ucrania, los nuevos conflictos en Oriente Medio y el rechazo de la oposición keniana a esta intervención indican que esta intervención está muerta o condenada al fracaso.