En San Juan, aduanas e inmigración fueron en orden inverso.
El martes 23 de junio volé a San Juan de Puerto Rico. Salí de casa a la 1 de la tarde. No tenía ni idea de que uno de los retrasos que Jet Blue Airlines había sufrido hasta entonces se produciría en mi vuelo. Antes de dirigirme al aeropuerto, mi hijo Alexis siguió el estado de mi vuelo. A veces llegaba puntual, a veces con 57 minutos de retraso. A veces llegaba con 57 minutos de retraso. Finalmente llegó a tiempo. Antes de poder relajarnos y esperar en la sala de embarque, tuvimos que llevar las maletas que no eran de cabina a la compañía aérea. Sin embargo, descubrimos que había instalada una máquina para autocomprobar nuestro equipaje. Esto lo sabíamos en Miami, pero no en éste. El equipaje se factura gratuitamente. Y hay un cuello de botella de gente que tiene que pasar por este trámite. Al cabo de un rato, un empleado viene a ayudarnos.
Cuando llego a Before Boarding, me dirijo a la terminal de JetBlue a la hora acordada. Un poco tarde, unos minutos después de la hora prevista, me llamaron para embarcar. Fue un evento fantasma. El tiempo pasa. De vez en cuando, una azafata anuncia en español, o una azafata de habla inglesa anuncia por megafonía que el vuelo llegará en 10 o 15 minutos y pide disculpas por el retraso. Incluso a las 5:21 de la mañana expresan esto. Aquí, como ovejitas, contar es un comentario que Alexis hace en la charla familiar a esa hora. Poco después de las 6 de la tarde, la azafata anuncia la salida en inglés y cuenta un chiste que me hace reír a mí también. Son 37 minutos de vuelo a San Juan, con dos horas en tierra. Luego empieza el rodaje. No sé por qué tarda tanto. El aterrizaje es a las 6:57 de la mañana. En el aeropuerto de San Juan, se invirtió el orden de los trámites. Primero fui a recoger mi equipaje.
Son las 7.28 y nos están cogiendo como al ping pong: ¿el número 6 o el número 5? ¿Y ahora? Inmigración. Rayos X de nuestro equipaje, cuánto dinero llevamos, llevamos comida, etc… Alexis, Fabiola y yo no tenemos ningún problema con eso. Sin embargo, escuché a un inspector preguntarle a una pasajera qué llevaba en esa cajita. Son caramelos de guayaba. Entonces tengo que abrirla. Así que partimos.
Mientras esperamos nuestras maletas, mi hijo Alexis va en busca de un carrito de equipaje. Pero no existe. Sigue las instrucciones y pone 3 dólares, pero no lo consigue. Y me entero de que este servicio necesario no funciona desde hace años en los vuelos que llegan por la noche.