Salud

El dolor y el sufrimiento de las familias de los drogadictos

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Ahora que hablamos de drogas a diario, el narcotráfico muestra sus mayores niveles de agresividad. Muestra lo complaciente o agresivo que puede llegar a ser, dependiendo del nivel de sus malsanas g.

Ahora que hablamos de drogas a diario, el narcotráfico muestra sus mayores niveles de agresividad.

Muestra lo complaciente o agresivo que puede llegar a ser, dependiendo del nivel de sus malsanas ganancias, más allá de la compra de conciencia de importantes líderes políticos, civiles y militares de los países latinoamericanos. Los problemas del narcotráfico y del consumo de drogas afectan a la salud mental y a la estabilidad económica de cualquier país.

El narcotráfico representa el aspecto más negativo como germen portador de la destrucción potencial de nuestra juventud y por ello debe ser enfrentado por todos y cada uno de nosotros.

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Los que nunca han conocido a un drogadicto no saben la importancia de este vicio para el comportamiento humano. La edad de inicio es siempre la adolescencia, aunque cada día aparecen más casos entre los niños debido a la fácil disponibilidad de las drogas. Los drogadictos son siempre inmaduros, buscan las llamadas aventuras fuertes, hacen lo prohibido y buscan otras emociones.

Para las familias, no hay nada más desgarrador que tener un hijo drogadicto. Para el drogadicto, la familia no existe. No siente la satisfacción que da estudiar o trabajar. Intercambiar afecto, amar y recibir el afecto de los demás no le interesa al drogadicto. No le importa si tiene novio o novia, esposa o esposo, o hijos.

Cuánto sufren y pierden el sueño sus padres, abuelos, hermanos y hermanas a causa de este vicio no le interesa al drogadicto. La participación en actividades culturales, científicas, deportivas, políticas o profesionales tampoco preocupa al drogadicto.

Por un lado, los padres no quieren reconocer esta situación y así se lo hacen saber sus vecinos y amigos.

Insisten en intentar rehabilitar a sus hijos tomando medidas, dándoles más cosas, prometiéndoles incentivos y reconocimientos como regalos y viajes, con la esperanza de que sus hijos cambien siempre y cuando dejen de comportarse así.

Pero todo se aleja cada vez más de estas aspiraciones. Los jóvenes se vuelven cada vez más distantes y nada les parece importante o interesante. Esto desencadena una actitud hostil, incluso agresiva, hacia la familia, pero no parece detener a la oveja descarriada.

Los esfuerzos de los padres por negarles recursos continúan, pero los pequeños hurtos empiezan a escalar hasta convertirse en grandes robos, aunque antes no fuera así. Joyas, electrodomésticos, ropa, zapatos y otros objetos que pueden cambiarse por dinero o directamente por la droga pretendida desaparecen del hogar. Incluso el propio cuerpo se cambia por venenos que nublan el pensamiento, trastornan el juicio y perturban la razón.

La situación es cada día más difícil y se teme que caiga en manos de la policía o sea víctima de una compra. Otros hermanos llaman la atención de sus padres sobre el hecho de que este hombre está poniendo en peligro su nombre, sus estudios e incluso su futuro. Los graves conflictos en el seno de la familia alejan y enfrían las relaciones con otros miembros de la familia que no consumen drogas.

La angustia, la desesperación, el dolor y la impotencia dominan el núcleo familiar. Todos ellos saben que la tragedia es inminente, que no saben cuándo serán víctimas de una sobredosis, que serán atacados o simplemente enfrentados para conseguir drogas.

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