España gobernable: aristocracia frente a nobleza en Pedro Sánchez
El reelegido presidente del Gobierno español olvidó que la nobleza inmortalizada en el cuadro La rendición de Breda (siglo XVII) del pintor Diego Velázquez, expuesto en el Museo del Prado (Madrid), era esencial para su capacidad de gobernar.
Esta nobleza, que pasó a formar parte de la españolidad, se inspiró en la reconquista española de la ciudad de Breda.
El cuadro muestra al alcalde derrotado de Breda entregando las llaves de la ciudad al comandante de la expedición española encargada de reconquistarla. Parecen enemigos, no antagonistas. Cuando el alcalde se arrodilla e intenta entregar la llave, el reconquistador se lo impide. Le pone la mano en el hombro y le impide humillarse. El perdedor es bienvenido, a pesar de mostrar una lanza desproporcionada hacia el vencedor.
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En lugar de que Hidalguía entregara las llaves del gobierno al vencedor de aquella batalla electoral, recurrió a todo tipo de imprudencias para retenerlo: negoció con gente que asumía el absurdo disparate de independizarse de España en un mundo globalizado. Negoció con quienes postulan el absurdo de la independencia de España en un mundo globalizado.
Hubo un precedente reciente de este alarde de nobleza. Cuando el PSOE perdió las elecciones al Parlamento Europeo español (1994), Felipe González no sólo reconoció su propio revés, sino que lo calificó de dulce derrota.
La precaria legitimidad así adquirida por Sánchez, unida a la falta de legitimidad por falta de nobleza, dibuja el panorama de una España difícil de gobernar.
Las protestas contra la ley de amnistía independentista con las que Sánchez logró aferrarse al poder, y la agitación de la guerra de clases desviando la atención de su respuesta y planteando la dicotomía derecha versus izquierda, progresistas versus conservadores, apuntala el temor al colapso y al conflicto de España.
En un mundo en el que las respuestas bélicas a los conflictos y a la agitación global son rutinarias, la incapacidad de España para gobernar conducirá a una repetición de la dolorosa experiencia de las heridas sin cicatrizar de la Guerra Civil española, precursora de la Segunda Guerra Mundial.
Todo por culpa de la mezquindad de unos políticos testarudos.