La Sala Carlos Pianchini del Teatro Nacional Eduardo Brito, principal escenario del país, es también dueña de una de las curiosidades más interesantes del mundo cultural: las goteras.
Como el «Fantasma de la Ópera de París» de la novela de Gaston Leroux, el Teatro Nacional tiene desde hace años goteras ocasionales. Filtraciones fantasmales.
Y ahora, con las lluvias torrenciales del pasado fin de semana, han vuelto a aparecer.
En la edición del 8 de julio de 2010 del diario Hoy, mi colega Jorge Ramos escribe Varios artistas me han comentado que el escenario de la Sala Carlos Piantini del Teatro Nacional Eduardo Brito tiene goteras. Debe ser muy difícil para bailarines, cantantes y músicos concentrarse en su trabajo para dar una buena actuación cuando hay preocupantes goteras en sus cabezas e instrumentos. La Secretaría de Obras Públicas del Gobierno de Hipólito Mejía (2000-2004) ordenó obras provisionales en el edificio. Esto se debió a que el Teatro Nacional tuvo que estar cerrado durante más de dos años para corregir los defectos arquitectónicos.
Han pasado ya varios directores desde que se produjeron las filtraciones, que han causado problemas, como el 23 de agosto de 2014, durante una función del Ballet Nacional de Praga, cuando el productor César Suárez protestó ante el público porque las goteras afectaban la función. Esto provocó un conflicto con el director del teatro, e incluso eso se produjo a costa de las goteras.
Posteriormente se reparó el tejado. Y la gotera dijo que esperaran, que volvería pronto.Las profundas obras de renovación, que comenzaron a finales de 2015 y costaron más de 300 millones de reales, concluyeron a finales de agosto de 2017. Sin embargo, algunas cosas se hicieron mal. Por ejemplo, los millones de dólares gastados en alfombras tuvieron que volver a gastarse inmediatamente. Las alfombras se pegaron directamente al cemento y no se utilizó aislamiento para que durasen más. La moqueta ya está deshilachada y medio rota en varios sitios.
Durante un tiempo cesaron las goteras, pero seis años después siguen ahí. Victoria. Ganadores. Verdaderos amos del escenario.
Las goteras no sólo están en las zonas del escenario. También hay fugas en la parte administrativa, pasando por zonas sensibles para la realización de la obra.
La culpa no es del director ni de los administradores. La culpa parece estar en los malos hábitos en los trabajos de reconstrucción y mantenimiento.
Luz, hermano, luz.
Cuando oigo hablar de la instalación eléctrica del Teatro Nacional, pienso en el difunto poeta Sigfredo Ariel: «La luz, hermano, la luz» es el título de su poemario. Como para señalar la importancia de la luz en el teatro más importante del país.
La instalación eléctrica del Teatro Nacional no tiene traslados. En el aniversario de la fundación de la Cámara de Comercio Americana, tuvimos que esperar unos minutos a que llegara la central eléctrica. La falta de transferencias hace imposible entrar en un momento dado.
Así que cada vez que los productores intentan hacer algo allí, tienen que contratar los servicios de una central externa. Luz, hermano, luz.
Quiero ser bombero.
Facundo Cabral y Alberto Cortes tuvieron que cantar alguna vez en el escenario del Teatro Nacional. Pero habrían cantado con más pasión si hubieran sabido que las mangueras de los bomberos llevaban años estropeadas.
Actualmente, sólo tres de las 14 mangueras están en buen estado. No está claro si esta situación se mantendrá. El peligro es que miles de vidas corren peligro. Esto incluye las vidas de dos artistas argentinos.
Construcción y mantenimiento
En 1970, el entonces Presidente de la República, Joaquín Balaguer, encargó al arquitecto Teófilo Carbonell la construcción del teatro; se inauguró el 16 de agosto de 1973; el edificio se terminó en 1974. En la construcción se gastaron R$ 4.958.638 y 21 centavos.
En 2017, la misma empresa que realizó la reforma se hizo cargo del contrato de mantenimiento, que cuesta más de 200.000 pesos al mes.