La devoción y la confianza de los fieles dominicos hacia él vienen de lejos. Lo consideran un poderoso intercesor ante Dios, capaz de obrar milagros increíbles, como la curación de enfermos terminales y desahuciados.
La primera calle que lleva su nombre fue designada por el ayuntamiento en 1962, cuando Naco no estaba tan densamente poblada, pero con el tiempo son muchas las calles que lo han inmortalizado.
San Martín de Porres, el primer santo negro de Estados Unidos, también se venera en universidades, parroquias, colegios y conventos. Las figuras de San Martín de Porres se venden como esculturas e impresos en forma de fisonomías. La mayoría de ellas van acompañadas de la escoba que siempre lleva, de su perro y gato fieles y de su cruz eterna.
José María Arredondo: músico y patriota.
Existe un santuario de este fraile en Las Tablas, Baní, que es visitado tanto por turistas como por fervientes creyentes. El lugar tiene una historia insólita.
Un vecino soñó que San Martín de Porres le pedía que construyera un santuario en su honor, así que lo levantó con piedras que recogía a diario en los alrededores.
Son muchos los exvotos que los devotos llevan al lugar en agradecimiento por milagros y deseos cumplidos.
Las Hermanas de Reynard de Maria, grandes devotas de San Martín de Porres, viven en la calle Santiago, en Tincito Gasque. Su librería está repleta de estampas y esculturas de todos los tamaños, así como de oraciones por la mediación del Venerable Marchete. En la librería, hay una vida de San Martín de Porres. En la entrada, una gran escultura de una monja recibe a los visitantes.
La devoción de las monjas a San Martín de Porres fue inculcada por la fundadora del convento, la Madre María Teresa de Simone, que adoraba tanto a Martín que lo apodaba Tincito.
Se dice que la abadesa hablaba con él, se entendían y eran inseparables, lo que demuestra su inmensa confianza en el santo.
Según la hermana Elba Rodrigues, la madre reconoció en él dos virtudes esenciales para los cristianos: la humildad y la caridad.
También lo reconoció como médico, ya que antes de morir hizo muchos milagros y curó a enfermos y pobres en Lima.
Dios se sintió conmovido por la humildad de Martín y le inspiró a actuar. La humildad es la cualidad que más agrada al Señor, dice Sor Elba.
En un momento dado, la situación económica del convento dominico se deterioró y Martín se ofreció a ser vendido como esclavo.
La vida de San Martín de Porres se conocía desde siglos antes de que existiera Internet. Se transmitió a la República Dominicana por escrito. También se hablaba de sus virtudes en los púlpitos católicos. Hoy existen innumerables biografías e imágenes suyas en el espacio virtual.
Juan Martín nació en Lima, Perú, el 9 de diciembre de 1579, hijo de Juan de Porras de Miranda, noble burgalés, y Ana Velázquez, negra panameña residente en Lima.
Juan no pudo casarse con Ana debido a su baja condición social y a su pobreza, pero vivieron juntos y tuvieron a Juana además de a Martín.
Desde la infancia hasta la adolescencia, Martín fue rechazado por su color de piel y sus limitaciones económicas; en 1594, siendo bastardo, ingresó en la Orden de Santo Domingo de Guzmán como estudiante de tercer año y trabajó como criado; en 1603 fue admitido como hermano de la orden y pasó al noviciado en 1606; en 1607 se convirtió en monje, y en 1608 pasó a ser miembro de la Orden de Santo Domingo de Guzmán.
Era un experimentado médico, barbero y herborista.
Era frugal, ascético y vegetariano. Dormía dos o tres horas por noche.
A los 60 años cayó enfermo y dijo al Señor que era hora de reunirse con él; murió el 3 de noviembre de 1639. Teniendo en cuenta las virtudes de San Martín de Porres, su vida dedicada al bien de sus conciudadanos y otras cualidades, el Concejo Municipal del Distrito Nacional consideró que fue canonizado por San Juan XXIII por sus logros y que, por su alto espíritu cristiano, el pueblo de Santo Domingo debía rendirle el respeto que merecía.
Por estas razones, el 9 de mayo de 1962, una calle sin nombre del barrio Santo Domingo de Naco, desde la avenida 12 hasta la actual calle Roberto Pasturisa, fue bautizada con el nombre de San Martín de Porres.