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¡Somos un pueblo de fe y resiliencia!

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En una tranquila tarde de sábado, cuando se pronosticaban fuertes lluvias debido a un fenómeno atmosférico, la República Dominicana enfrentó una vez más el embate de fuertes inundaciones: exact.

En una tranquila tarde de sábado, cuando se pronosticaban fuertes lluvias debido a un fenómeno atmosférico, la República Dominicana enfrentó una vez más el embate de fuertes inundaciones: exactamente un año y 14 días después de la devastadora experiencia del 4 de noviembre de 2022, el país revive un déjà vu lleno de dolor e impotencia.

Estas sacudidas han sacudido los cimientos mismos de nuestra vida cotidiana, pero la fe y la solidaridad del pueblo dominicano han surgido como una fuerza inquebrantable ante la tragedia. En lugar de buscar culpables, debemos sumergirnos en la unidad que caracteriza a nuestro pueblo, demostrando que la República Dominicana es un testimonio de resiliencia, fortaleza y oración.

Por segundo año consecutivo, un fenómeno de esta naturaleza ha cambiado la vida cotidiana del pueblo dominicano, y la ciudad se ha visto envuelta en un silencio de luto y desolación. A pesar del dolor y el luto, somos una comunidad que sigue trabajando incansablemente para reconstruir lo que materialmente hemos perdido. La solidaridad es evidente en cada rincón del país.

Vecinos, familiares, amigos y compañeros se han convertido en pilares fundamentales para superar la adversidad. Es hora de dejar a un lado la política barata y unirnos para hacer llegar la ayuda humanitaria a quienes más la necesitan. La fuerza interior de nuestras comunidades marca la diferencia, y cada esfuerzo, cercano o lejano, representa la determinación de cada dominicano de no rendirse nunca.

La reconstrucción debe centrarse no sólo en la infraestructura física, sino también en los cimientos sociales y espirituales.

Se debe fomentar la creación de grupos de apoyo, terapias y actividades comunitarias como herramientas esenciales para sanar heridas invisibles.

Que la fuerza espiritual de cada dominicano sea un pilar que contribuya a la energía general de la nación. Hoy, la República Dominicana está lista para alzarse como un faro de esperanza.

Las cicatrices del pasado deben transformarse en recordatorios de la capacidad humana para afrontar la adversidad y renacer con renovado vigor.

Al igual que las flores brotan donde antes había escombros, la reconstrucción de nuestro país nos inspira a creer en la fuerza innata que reside en nuestros corazones y en nuestra capacidad de recuperación.

Con la fe como guía, miramos al futuro con la confianza de que, con Dios, podremos levantarnos de nuevo más fuertes que nunca.

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