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Sueños migratorios irrealizables

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En Estados Unidos, la realidad del sueño americano es un imposible. Las cifras son cada vez más alarmantes y ponen en riesgo el presente de quienes arriesgaron su vida y la de sus familias para rea.

En Estados Unidos, la realidad del sueño americano es un imposible. Las cifras son cada vez más alarmantes y ponen en riesgo el presente de quienes arriesgaron su vida y la de sus familias para realizar este viaje.

El primer descenso en el número de migrantes que cruzan de México a Norteamérica es una situación triste y lamentable, pues evidencia que vivir en Estados Unidos como indocumentado ya no es una buena opción para quienes se ven superados por la desesperación de escapar de su propio país.

Aquí puedes leer una de las muchas historias de migrantes indocumentados que lo han dado todo en Estados Unidos, sólo para verse frustrados.

Lo más destacado del equipo.

Mientras muchos venezolanos siguen aferrándose a la idea de abandonar el país e irse a Estados Unidos en busca de una mejor calidad de vida, los que están en el país tienen otra perspectiva que puede hacerles cambiar de opinión.

Más de medio millón de migrantes están llegando actualmente desde el país caribeño, la mayoría de ellos de forma ilegal y en condiciones deplorables, llegando a EE.UU. a través de algunos de los puntos de acceso más peligrosos del continente americano.

Entre las historias de familias venezolanas que llegan al país está la de Andrea Carolina Sevilla. Ella viajó a Norteamérica con el apoyo de sus padres, con el objetivo de obtener una mejor educación.

Sus padres no han podido matricularla en la escuela, a pesar de que su principal objetivo era enviarla a la escuela. La razón de su viaje para convertirse en inmigrante es la realidad de su país en términos académicos.

La educación en Venezuela no sólo es ineficiente, sino también una de las más deplorables del continente. Las malas condiciones de las escuelas, los desastrosos salarios de los educadores, que hacen que estén insatisfechos con su trabajo, y las pésimas condiciones económicas, que impiden a las familias cubrir las necesidades educativas de sus hijos, empujan a los estudiantes al mundo laboral a una edad temprana.

Estar en un aula venezolana es un privilegio que pocos pueden permitirse, y el acceso a una educación óptima es un lujo para la minoría nacional, los económicamente seguros. Sólo aquellos que pueden permitirse pagar centros educativos privados tienen acceso a una educación de alto nivel.

Sin embargo, cuando la familia sevillana llegó al país, se encontró con que no era lo que esperaba. A pesar de ser un país estable en muchos aspectos, la situación actual de Estados Unidos no parece ser la mejor opción para los inmigrantes indocumentados que buscan el sueño americano que tanto anhelan.

Factores como el elevado número de inmigrantes, la saturación de los departamentos que se ocupan de estas personas, el comportamiento violento de un reducido número de inmigrantes irregulares hacia el Estado y la ineficaz política de inmigración del presidente Biden hacen de esta situación un escenario complejo.

Como consecuencia de estas realidades, los intentos de la familia Sevilla han fracasado. Los padres de la joven de la familia afirman que la vida en el albergue nunca fue cómoda y que las comidas calientes, los estipendios y los buenos empleos de los que habían oído hablar a otros inmigrantes nunca se materializaron.

El sueño americano ya no existe, dijo el padre, tumbado sobre una manta en el suelo desnudo de la estación la noche antes de su partida. Aquí no hay nada.

No pensé que fuera a ser tan difícil. Pensé que el procedimiento sería más rápido.

El sueño americano es sólo un sueño irreal.

En este momento, 2. 000 personas han recibido ayuda económica del Estado a través de Catholic Charities para trasladarse con sus familias y amigos.

Chicago, una de las ciudades santuario, ha sido la más afectada por la inmigración. Se la ha calificado de población en crisis humanitaria, a pesar de los esfuerzos del gobierno de Biden, que muchos califican de ineficaces.

Refugiados en zonas educativas y comisarías de policía, refugiados durmiendo al raso o en tiendas de campaña, y refugiados utilizando espacios públicos como aseos comunes. Estas son algunas de las escenas que se viven actualmente en la región. Así lo denuncian algunos residentes, una realidad que el gobierno ignora por completo desde hace más de seis meses.

Es una situación constante. Muchos migrantes optan por marcharse, pero cada semana llegan más. El número de migrantes ilegales que llegan a través de la frontera de Río Bravo se registra en unos 2.500 al día.

En el viaje de la familia Sevilla, primero los llevaron a la comisaría de policía de First Precinct, donde permanecieron varias semanas antes de ser trasladados al Wright College con cientos de otros solicitantes de asilo. Allí permanecieron casi un mes antes de ser trasladados a casa de otro inmigrante que había alquilado un piso a través del programa de vales de la ciudad.

Después de trabajar por un sueldo de 750 dólares y luchar por llegar a fin de mes, la familia ya no podía permitirse el coste total de la vida y optó por regresar a Venezuela y volver a la comisaría del Primer Distrito.

¿Cuántos meses más duraría la vida en la calle? No, no más. Es mejor para ti si te vas. Al menos tienes a tu madre en casa’, dijo el padre de familia con gran frustración por no poder mantener a su familia en la tierra del sueño americano.

Esta es sólo una de las miles de historias que ilustran otra realidad de la situación de la inmigración en Estados Unidos. Una realidad ignorada por el gobierno y exacerbada por quienes se aventuran con metas inalcanzables.

Del Chicago Tribune, Laura Rodríguez Presa.

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