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Una grada producto de su tiempo, por Paco Polit

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VALÈNCIA. El fondo sur de Mestalla está hecho un asco. Mi compañero Miguel Martínez me contó el pasado fin de semana que en la Grada de Animación hay tensión desde hace semanas, en el sentido .

VALÈNCIA. El fondo sur de Mestalla está hecho un asco. Mi compañero Miguel Martínez me contó el pasado fin de semana que en la Grada de Animación hay tensión desde hace semanas, en el sentido estricto de la palabra, entre los aficionados que apoyan a su equipo los 90 minutos y los que están en la misma zona pero más relajados.

Estuve tentado de llamar a esta gente «comedores de pipas» porque Meryton también se está encargando de excluirlos. Me refiero a pipas, no a comedores de pipas.

Casualmente, hace unos días, el aficionado Pedro Nebotto dictó en Veus Fé-Cé la historia de esta caseta, que ha cambiado de nombre y de filosofía en los últimos 40 años: de Yoms en los 80 a Gorgrand en los 90 pasando por Mario Alberto Kempes de Curva Nord con la fusión de ambas en verano de 2012. Los años de gloria del grupo y su desmantelamiento por Anil Murthy, el pase de la espada a los mayores de 30 años que expresaron críticas a su infame gestión.

Cada década y sus circunstancias caracterizaron la fisonomía del Colectivo: en los 80 se vivió un torbellino de ‘hooliganismo’ en Europa, que acabó por escapársenos de las manos y se saldó con más de 100 muertos en Heysel y Hillsborough.

En Mestalla, pronto nos encontramos en medio de la acción. Las estrictas medidas de seguridad y las vallas metálicas que rodeaban el perímetro del campo servían de recordatorio, como un viejo VHS del gol de Fernando y Roberto en invierno contra el Madrid. Con los años, también se ha perdido el sonido de los cañones y los petardos, con el que muchas generaciones crecieron juntas. Muchos policías, poca diversión.

En los años 90, surgió un estilo de animación diferente, menos crudo y más sutil en su crítica permanente al poder político, cultural y deportivo. La independencia de Gorgrand fue, durante años, su principal baza. Cooperar con los clubes era una cosa, pero servirles era otra muy distinta. Una cosa era colaborar con los clubes y otra muy distinta servirles. Las pancartas colgadas en el fondo sur en aquella época estaban llenas de duplicidad, escritura afilada y sarcasmo. La pancarta de Loig ‘del equipasso al batacasso’ en el Segundo Anillo sería impensable en 2023, dado el ambiente marcial y de censura extrema que Peter Lim está imponiendo a los de Mestalla.

Muchos dirán que son incompatibles, pero La Curva nació hace apenas diez años de la fusión de dos filosofías unidas por el amor al Valencia CF. Lo digo ahora, pero dentro de 20 o 30 años, la grada de la afición será recordada como los días de gloria de los socios que convirtieron Mestalla en una fortaleza inexpugnable. La temporada 2014-2015 en concreto es, en mi opinión, algo que no se volverá a ver en la Avenida de Suecia. Aquella grada es un pedazo de historia de primer orden, que levantó a 50.000 espectadores un domingo y llevó al equipo directo a la Liga de Campeones.

Y ahora. Ahora, los chavales están haciendo lo que saben hacer. Son jugadores indiscutiblemente combativos que llevan años dedicados a apoyar, viajar, organizar tifos y servir de mentores a las nuevas generaciones. La mayoría de ellos no tiene antecedentes penales ni problemas legales. El club utilizó la violencia como excusa para dar una patada en el culo a los +30 y el valencianismo no pudo defenderlos.

En medio de todo esto, hoy, los jóvenes aficionados van a apoyarles y a dejarse la voz por el equipo. También hay quienes corean los mismos cánticos, con ocasionales miradas acusadoras a Peter Lim y sus secuaces. También parece haber otro grupo numeroso que aprovecha los abonos a mitad de precio y se cuela en la zona, se hace a un lado y disfruta del fútbol con un pase «low cost». Y nunca nadie les llama la atención por su actitud. No hay ni rastro de la cultura de tribuna del pasado.

A finales de los años 90, Rupert Murdoch compró el Manchester United a la familia Edwards. Muchos lo consideraron el inicio de un bestial proceso de comercialización que transformó la Premier en la liga más vista del mundo y al Man U en uno de los clubes más ricos del planeta, para desgracia de los seguidores tradicionales. en septiembre de 1998, se izó una pancarta en Gorgran La pancarta reflejaba el sentimiento mayoritario de «no más Murdochs». Mientras tanto, se libraba una febril batalla por el poder accionarial entre el bando de Paco Roig y las restantes piezas del tablero social del club.

La pérdida del espíritu crítico y subversivo enraizado en los valores tradicionales de lo que es, o debería ser, el Valencia ha sido uno de los grandes dramas de las últimas décadas. Porque de no haberle quitado el ojo de encima, jamás se habría extendido la alfombra roja a Peter Lim en el proceso de venta de 2014. Como mínimo, Amadeo y Aurelio se habrían sacrificado más para arrastrar al broker singapurense.

Recordemos que se dijo que el Valencia CF valía cero. La destrucción consciente de señas de identidad es sólo el primer paso del proceso regresivo que ha desembocado en la actualidad. Si cada grada es producto de su tiempo, la actual Grada de Animación lo es de lo que Melitón ha aportado al valencianismo en la última década: crispación, injusticia, arbitrariedad, represión de la disidencia, pérdida de referentes, jóvenes indefensos ante el poder y, sobre todo, que aficionados del mismo color se cada vez más divididos.

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