La gente tiende a dar las cosas por sentadas. Es un instinto natural percibir el presente como una proyección natural del pasado, no como resultado del proceso, el dinamismo o la historia. Disfrutamos tanto de la democracia que olvidamos épocas pasadas en las que era una herejía pensar de forma diferente. En otras palabras, es el último eslabón de una cadena de sacrificios individuales y colectivos que construyeron un Estado basado en el respeto a los derechos fundamentales, el debido proceso y la alternancia política.
En esta lógica, el 50 aniversario de la fundación del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) es algo que debe celebrar la sociedad dominicana en su conjunto. Por eso, el partido, fundado por Juan Bosch en respuesta a las contradicciones en la estructura del antiguo Partido Revolucionario Dominicano (PRD), no sólo representó el sueño del líder de construir desde cero los medios de transformación social, sino también el reto de romper el bipartidismo y tomar el poder por las rendijas; tras 23 años de hito, finalmente logrado por el joven Leonel Fernández, aún con un líder que llevaba 23 años y cuya capacidad intelectual había disminuido.
Drama, tragedia, farsa, comedia, epopeya …… Pero amor, odio, lealtad, traición, amistad …… todas las emociones y pasiones que mueven al ser humano convergen y se superponen. Al margen de estos problemas internos, no se puede ignorar la contribución decisiva y fundamental del PLD en la construcción de un país mejor.
A pesar de sus muchas críticas, deficiencias y errores, no se puede negar su contribución al fortalecimiento institucional del Estado dominicano en el siglo XXI, su moderno diseño organizativo, su sólida base económica y los fundamentos de su modelo productivo.
Hoy, a 50 años de su fundación, el partido de Bosch está dividido y fracturado, pero más que alegrarse por ello, la sociedad debe hacer una pausa y reconocer su aporte. La política de partidos y la realpolitik decidirán en última instancia si Bosch pone fin a su ciclo histórico, si se incorpora a la colectividad como herramienta para proteger determinados intereses o si encuentra la salvación en una generación más joven que se atreve a beber del río de los maestros. Sea como fuere, el 50 aniversario es motivo suficiente para celebrarlo… Aunque no lo parezca.