Lo malo de la comercialización de la Navidad es que nos hace desear los bienes descuidando nuestros deseos más profundos.
Hoy comienza el tiempo de espera para todos los cristianos anglicanos y católicos. El profeta nos invita a conectar con nuestros verdaderos deseos (Isaías 63:16-19, 64:1-8). Queremos que Dios cambie la dureza de nuestros corazones, nos guíe por el mal camino y nos libere de nuestros fracasos, violencia y corrupción.
Bajo el poder del Espíritu Santo, Israel se atrevió a esperar. ¡Que abrirías los cielos y derretirías las montañas con tu presencia! ¡Eso es lo que ha sucedido! En esta Navidad, celebramos una vez más el nacimiento del Hijo de Dios entre nosotros.
Puedes leer: vivir para él es servir.
Acercarse a la plenitud de Dios y contemplar su rostro. Nosotros somos el barro y Dios es el alfarero. Nosotros somos la arcilla y Él es el alfarero. Preparémonos para la Navidad poniéndonos en sus manos para que Él rehaga lo que haya que rehacer: nuestras relaciones, nuestra llamada a la justicia, etc. Que el Señor nos dé la vida, no la consunción (Salmo 79).
La actitud correcta en estos días no es dormirnos agotados por todo lo que intentan vendernos, sino estar vigilantes. Cuando celebramos la primera venida del Hijo de Dios, nuestro corazón está puesto en la vigilancia. ¡Os lo digo a vosotros! nos anima Jesús en el Evangelio (Mc 13,33-37).
No vivamos un año para celebrar la Navidad en exceso durante unas horas y dormir con resaca.
Sepamos dónde está nuestro verdadero deseo de celebrar la Navidad y preparémonos para celebrarla.