La liturgia del tercer Día del Señor de la Espera subraya de manera especial la alegría del próximo tiempo mesiánico. Es una sincera invitación de corazón a que nadie, por difíciles que sean sus circunstancias, desespere de su situación, porque la salvación se ha revelado por medio de Cristo Jesús. En un hermoso poema, el profeta Isaías nos ofrece la imagen bíblica de las flores floreciendo en el desierto y de la gente cantando y alegrándose al ver la gloria del Señor (de Rayo de luz).
El Salmo 145 canta la fidelidad del Señor a sus promesas y su cuidado por todos los que sufren.
Los Evangelios destacan la perseverancia de Juan el Bautista, que, en la oscuridad de la cárcel, fue invitado por Jesús a permanecer fiel a su misión hasta el final.
El desierto se convierte en el lugar del Éxodo, el lugar por el que debemos pasar cuando dejamos la esclavitud egipcia para ir a la Tierra Prometida.
Hay momentos de desierto y de prueba en nuestra vida. Es en esos momentos cuando el Señor, por boca del profeta Isaías, nos repite He aquí que vuestro Dios vendrá en persona. Dios es nuestra salvación, y ya está aquí.
Señor Dios, que nuestra alegría por la venida de tu Hijo en nuestra carne sea verdadera, profunda y sincera, Amén. !!!!