La historia del arte en las estrategias de marketing y la crítica en los caprichos de los ricos
Hoy, después de más de 70 años de vida, de viajar por el mundo en un barco diplomático y de que nunca la dejaran pisar tierra firme, se levanta para denunciar lo que todo el mundo ve pero no se atreve a contestar. Cuando nació en Yakarta, Indonesia, era como la reina rubia de las películas caníbales que mataba a los misioneros y dejaba la sangre viva de la belleza que habían convertido en su mejor jefa.
Su estatus familiar la empujó hacia una carrera académica más lograda, pero si hubiera sido heterosexual, probablemente habría sido una bohemia sin fin. En Francia, no se dedicó a una de sus muchas profesiones, sino que utilizó este reto como distracción. Y para sus padres, intentó, por voluntad propia, descifrar el incomprensible mundo que se desplegaba con cada conversación sobre relaciones interétnicas, derechos y luchas jurídicas. Así se matriculó en el Institut d’Etudes Politiques de París, donde se doctoró en Derecho.
Compartía su tiempo con su otra pasión, el arte. Como artista, organizó más de 90 exposiciones en Francia y otros países europeos, con una determinación propia de un hombre cuya formación le permitió hablar su propio lenguaje como una clara definición del significado innegable del arte.
Uno de los grandes historiadores franceses del arte, René Huyghe, fue uno de sus mentores teóricos, y ha aportado una contribución esencial al debate sobre el arte contemporáneo, que hoy confunde a media humanidad.
De Querros ha estudiado en los talleres de los renombrados artistas Henri Goetz, Stanley W. Hayter y Johnny Friedlander, un paso por delante tanto teórica como prácticamente. Sus estudios y conocimientos de derecho le allanan el camino para vincular conceptos económicos y estéticos y elaborar su profundo análisis del falso valor de las obras de arte contemporáneas como corriente de arte conceptual y no como obras de arte actuales.
Influencias de Vladimir Weidl
Su primer ensayo de 1990 recibió la influencia de Vladimir Weidl, quien le dio pautas para distinguir entre dos corrientes aparentemente opuestas en el mundo del arte de los últimos años:
1. el conceptualismo del mundo visible del arte financiero, apoyado por falsos coleccionistas y las casas de subastas Christie’s y Sotheby’s (principalmente esta última).
2. una corriente de artistas que rastrean los hilos de la historia al margen de la artesanía a la que se atribuye un gran valor sin poder demostrarlo desde un punto de vista lógico o estético.
No es que en un momento dado no hubiera una evolución ascendente debida a nuevos elementos que enriquecían la creación artística de la sociedad. Desde el propio arte, desde los artistas, se han producido estos cambios porque la dialéctica engloba a todos los seres humanos en su transformación. Pero esta misma dialéctica es celosa y no tolera la violación de sus leyes aplicadas de forma segura. Esta dialéctica no permite que el arte se confunda con la basura, y cualquiera que intente violarla pasa a formar parte de ella y no puede impedir su normal desarrollo.
Las normas estéticas de 1880, cuando vivía Jules Ferry, eran prácticas que estructuraban la actividad artística, y la dialéctica evolucionaba gracias a la magia de los conocimientos aplicados acumulados y al rendimiento superior de la pasión por la creación. Gracias a Ferry, la escolarización era gratuita (1881), las clases obligatorias y la enseñanza pública laica.
En 1983, de Quélos se enfrentó a una política cultural de fuertes subvenciones a asociaciones desde la organización de inspectores creativos, dedicados a denunciar la injerencia en las artes de elementos y entidades ajenos a las propias artes. Desde entonces, sus esfuerzos se han dirigido a la educación artística y a reforzar las normas obvias del arte para que otros artistas no caigan en esta corriente de ficción artística financiera, vacía y repugnante.
Además de escribir ensayos y artículos para los medios de comunicación, ha dado conferencias y concedido numerosas entrevistas. A ello se suma una gran cantidad de datos que prueban lo que ha acusado: la financiación de críticos de arte, revistas, galerías y museos.
Estos datos apoyan sus afirmaciones en sus libros: ‘Arte oculto’, ‘Los disidentes del arte contemporáneo’, ‘Sacré Art Contemporain’ (‘Que te jodan, arte contemporáneo’), ‘Obispos, inspectores y comisarios’, ‘La falsedad del arte contemporáneo’, ‘Utopías financieras’, ‘El arte contemporáneo La nueva geopolítica» y «Crónica de la dominación económica y cultural». De Quellos afirma que el arte contemporáneo contempla la culpa de quienes no entienden nada, o no entienden que no hay nada que entender. Para ella, el arte contemporáneo no es una continuación del arte; al contrario, representa una tendencia en la que todo lo demás es arte. El objetivo del arte contemporáneo es eliminar los criterios estéticos para dar valor a lo que no lo tiene. El mundo del arte se convierte en un enorme comercio, la historia del arte en una estrategia de marketing y la crítica en el capricho de los ricos.
La cuestión es cuándo se derrumbará el mercado, en el que casi todos los productos carecen de valor intrínseco. Será cuando estas acusaciones lleguen al público y éste dé la espalda a la basura de la propiedad del conocimiento.
Algunas voces poderosas han denunciado el «fraude del arte contemporáneo», que es el título de una obra de la artista mexicana Avelina Lesper. La diferencia de enfoque es insignificante, pero la condición de artista de De Queros le da un arma mayor para defender su arte. Las dos obras se complementan más que rivalizan.
El aspecto más difícil de esta lucha por la ilustración es la ignorancia de los propios artistas. Es elegido en ese mundo financiero que valora el paquete del arte, cegado por la ambición de hacerse famoso y rico por encima de lo deslumbrante, pero sin mucho esfuerzo. Esa es la belleza del compay.
Por último: el arte no se reconoce tanto como un conocimiento científico con mayúsculas. Puedes dominar la biología y convertirte en profesor de cálculo, pero no puedes convertirte en profesor de arte. Pero si hay que respetar el derecho, también hay que respetar el arte, ¿no?