¡Alégrate, llena eres de gracia!
María, no temas. Concebirás un hijo en tu seno y le pondrás por nombre Jesús. Será grande y se llamará Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.»
María dijo al ángel: «¿Cómo será, puesto que no conozco varón?». – El ángel le dijo: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra.
He aquí que tu pariente Isabel está encinta de un hijo, aunque es anciana.
María respondió: «Aquí tienes a la esclava del Señor». Y el ángel la dejó.
El misterio de la Encarnación del Verbo, que el ángel anunció a María Santísima, es el punto de coincidencia de las lecturas del Día del Señor de hoy.
Fue el SÍ de María lo que trajo nuestra salvación. Si María hubiera temido las consecuencias de este misterio, nada de esto habría sucedido. Por eso debemos buscar este SÍ de María en nuestra propia vida cada vez que nos enfrentemos a una situación desproporcionada para nuestra paz cotidiana.
Mañana celebramos la Navidad.
Es un momento maravilloso para reflexionar sobre este acontecimiento y mirar nuestras vidas como cristianos. ¿Cómo estamos viviendo el tiempo de Navidad?
¿Somos testigos fieles de este nacimiento que nos ha traído la luz y la esperanza de una vida nueva?
Volvamos nuestra mirada a Belén, al pesebre, y digamos como los ángeles: gloria al Altísimo, paz a la tierra que Dios ama. Amén.
