Comprender no es lo mismo que permitir.
El arte de ser padres, que no admite respuestas ni soluciones mágicas, se basa en el apego: la tendencia natural de los padres a sentir que, como adultos, cubren las necesidades de sus hijos proporcionándoles comida, la seguridad del hogar y cobijo en forma de ropa y abrazos para reconfortarlos, dice el experto Francisco Castaño.
El método ayuda a madres y padres a desarrollar las habilidades educativas necesarias para afrontar los problemas de conducta y los conflictos con sus hijos y evitarlos en la medida de lo posible.
Nos guste o no, señala, los niños nos observan y a través de sus observaciones el cerebro se programa para cuidarse a sí mismo y a su entorno.
Por eso es importante dar ejemplo, ser autocríticos y humildes, y educarles para que reconozcan sus errores y corrijan el rumbo.
Con las herramientas adecuadas, afirma Castagno, no hay obstáculo para educar a tus hijos con la mejor versión de ti como padre. Desarrolla este concepto y hace referencia al título de su último libro, publicado como audiolibro por Audible, una empresa de Amazon.
Castaño hace hincapié en la necesidad de educar a los hijos en función de lo que realmente son, y no en función de las propias expectativas de lo que deberían ser.
Sin olvidar que cada familia tiene sus propias circunstancias y peculiaridades, según esta educadora, una buena crianza debe atender y satisfacer una serie de necesidades de los niños.
¿Qué necesitan los niños de nosotros? Los expertos describen algunas de las necesidades de los niños que la educación y la crianza de los padres deben satisfacer.
Castaño subraya que los padres deben comprender a sus hijos para poder educarlos mejor. Señala que todos somos adolescentes y hemos hecho muchas ‘cosas de adolescentes’ en esta etapa de la vida. Así que tenemos que entender que cuando crezcamos, nuestros hijos también harán muchas ‘cosas de adolescentes’ y estupideces».
¿Se imagina que los niños pudieran ver en YouTube lo que hacíamos cuando teníamos 15 años?
Comprender y permitir no es lo mismo, es una decisión que hay que tomar en cada caso. Si comprendemos a los niños, no nos enfadaremos tanto y podremos aceptar lo que intentan hacer. Si podemos verlo desde el punto de vista del niño, podremos entender por qué hacen lo que hacen.
Para que los niños se desarrollen, dice Castagno, necesitan el apego y el apoyo de los adultos. La educación requiere firmeza, pero también amor. Les enseña hasta dónde pueden llegar, qué pueden y qué no pueden hacer. Y siempre debe hacerse con amor, subraya.
Los niños necesitan que les mostremos afecto y que apreciemos lo que hacen bien. Hay que darles besos y abrazos. Algunos niños son más cariñosos que otros, pero tanto si cometen errores como si no, necesitan que les mostremos afecto. El apoyo cariñoso y el apego positivo de los padres es fundamental para los niños, dice Castagno. Advierte de que cuando un niño hace algo mal o comete un error y se enfada, es muy perjudicial que asuma que sus padres no le quieren.
En cuanto a la educación, Castaño subraya que las cosas llevan su tiempo y la paciencia es una gran aliada en la educación. Decirle a alguien que ponga la ropa en un cesto no significa que en un día vaya a desarrollar ese hábito. Se necesita tiempo para poder hacerlo. En lugar de enfadarte, tienes que tener paciencia con ellos hasta que desarrollen el hábito. Y al mismo tiempo hay que enseñarles, explica.
Según Castagno, la mejor recompensa por un buen comportamiento es el reconocimiento de los padres. El aspecto más importante de la educación es el refuerzo positivo, señala, y una forma de reforzar es apreciar y decir abiertamente al niño lo que ha hecho bien.
Por ejemplo, explica, si un niño pone bien la mesa, en lugar de pensar que «es su deber y responsabilidad», no perdemos nada por decirle que «apreciamos lo que ha hecho de forma positiva». Nuestros hijos necesitan ese tipo de refuerzo. A todos nos gustan las palmaditas en la espalda.
Escuchar a los niños es fundamental para conocerlos mejor, dice esta experta en educación. Los padres suelen hacer preguntas a sus hijos: qué han hecho, con quién han ido, dónde han ido, cómo les han ido los exámenes, etc. Lo único que se obtiene así, señala, son respuestas vagas o evasivas de las que el niño no quiere hablar.
Señala que a uno de sus hijos le gusta la prensa, el fútbol y la Fórmula Uno. A mí no me gustan esos deportes, pero hablo con mi hijo de ellos y le pregunto si no entiendo algo», dice.
A su otro hijo le gusta el ciclismo y el fútbol, y a veces le habla de las profesiones y aficiones que está estudiando.
Ya sea un examen de matemáticas o un vídeo de TikTok, los niños necesitan sentir que se les escucha y que sus padres se preocupan por lo que es importante para ellos. Para construir una buena relación con sus hijos, tienen que escucharlos.