(y II) Sin una relación o acuerdo de libre comercio, el comercio entre China y la República Dominicana ha crecido rápidamente, convirtiéndose ahora en el segundo proveedor de importaciones de Dominica, después de Estados Unidos. Los nativos y descendientes de este país asiático han hecho historia regentando restaurantes, supermercados, lavanderías, panaderías, cabañas y moteles, pica-pollo y Chinatown. Y ahora, no sólo los chinos están incrementando sus inversiones en el país, sino que el gobierno chino, junto con Estados Unidos, también está interesado en la geoestratégica Bahía de Manzanillo en Montecristi.
Están llenos de leyendas y dichos populares, como “Esto es algo que hasta los chinos de Bonao saben” y “Es un cuento chino, Las chinas”, sobre las naranjas traídas de este país oriental y su cocina: chicharrón de pollo, chofán (arroz frito) y shopsuí (chop suey). El presidente Abinader ha tratado a China con cautela y no ha aceptado proyectos gigantes de infraestructura. Su gobierno ha firmado más de 20 acuerdos diferentes, con una inversión de 200 millones de dólares.
A través de una hábil planificación de penetración de mercado, las marcas chinas en los campos de la digitalización, las telecomunicaciones, la electrónica y la inteligencia artificial están ganando participación en el mercado dominicano. En el momento más crítico de la Covid-19, China creó condiciones favorables para la venta de las vacunas esenciales Sinovac y Regen. También donó 50.000 vacunas del laboratorio Sinopharm y 51.200 jeringuillas al Plan Nacional de Inmunizaciones; equipos y suministros médicos, recursos financieros para contribuir al papel de los guardabosques, 30 millones de dólares para financiar proyectos de cooperación económica y técnica y 148 vehículos militares y policiales.
El Senado reconoció este gesto. Pero el gato no siempre puede ahuyentar al ratón. Miles de chinos en la República Dominicana parecen desconocer los principios morales y éticos de sus antepasados.
En una competencia excesivamente desleal, sus negocios crecieron desproporcionadamente, desconociendo la ley y explotando a haitianos y venezolanos. Pero ¿cuál es el origen de miles de tiendas chinas en la capital? ¿Cuántos de ellos están involucrados en actividades de lavado de dinero o de activos?
¿Qué miembros de esta colonia se dedican a la trata de personas y otras actividades criminales? ¿En esta cuenca enterrarán los chinos a mayoristas y minoristas dominicanos? Estamos seguros que la comunidad chino-dominicana aprueba los productos Made in China, pero no sabemos si se atreven a justificar las violaciones antes mencionadas.
Seguramente los comerciantes indígenas no se cansarán de exigir control y persecución de los delincuentes, poniendo fin al accionar del chivo anarquista de lejos.