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Haití, el sesgo de un país en una encrucijada

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El problema característico de la clase dominante haitiana es que prefiere que su pueblo viva de espaldas a la realidad existente.

El problema característico de la clase dominante haitiana es que prefiere que su pueblo viva de espaldas a la realidad existente. Algunos pueblos y algunas nacionalidades no son naciones en absoluto. Claramente, a pesar de las conexiones históricas y el deseo de ser una nación, no toda la cohesión social cumple con los criterios actuales para una potencial nación.

Sólo en la medida en que acepte un estatus subordinado a una unidad mayor podrá convertirse en un receptáculo de nostalgia y otras emociones. Como dijo Eric Hobsbawm en su ensayo sobre las naciones y el nacionalismo. Por lo tanto, observo la realidad de nuestro vecino Haití, es decir, que debido a la falta de alfabetización necesaria, los campesinos y la gente común tienden a interpretar las palabras de la élite gobernante de acuerdo con formas que se adaptan a su propia forma de pensar.

Distorsionando símbolos, poder y valores, haciéndoles perder los derechos y libertades de los verdaderos ciudadanos. También te puede interesar: Los cierres de fronteras deben ser permanentes Sabemos que la negritud es un sentimiento real que existe, no sólo entre los intelectuales y las élites negras en Haití, sino también dondequiera que se reúna la gente, incluso aquí en la República Dominicana, donde se sienten fortalecidos por nuestra hospitalidad y nuestras comodidades asequibles. enfrentar el arduo trabajo de quienes, durante los últimos 100 años, nos han complementado en áreas específicas de trabajo.

La conciencia del color puede ser un factor político, como lo ilustra la leyenda del Macandal, un símbolo importante y un hito en su historia antigua, pero aún no ha creado un Estado estable. Ninguna decisión no está fragmentada, como ocurre actualmente en Haití. , ante la gula.

la indiferencia de sus élites. La obligación de la élite haitiana es atender sus necesidades y aliviar sus problemas, defender su fe, no traicionarla y utilizarla a su discreción, resolver egos de clase, niveles y limitaciones económicas, propias del antiguo mercantilismo de el destino original de los Estados-nación de los siglos XVIII y XIX. El proceso por el cual se forjan a sangre y espada.

El pueblo haitiano tampoco puede resistir la atracción real que lo moldeó cuando era colonia europea, así como después de ser ocupada por los Estados Unidos de América del Norte. La característica básica de la nación moderna y de todo lo relacionado con ella es su modernidad; pero Haití sigue atrapado en su pasado mítico, en sus raíces africanas, con sus costumbres bárbaras, como la promiscuidad, y su explosivo y primitivo instinto de violencia; carecen de capacidad económica o disciplina organizativa para apoyar su proyecto nacional. Vemos la contradicción de los dirigentes de la organización nacionalista haitiana, en relación con su Estado vecino, al que pertenecemos los dominicanos.

Renacer como nación, a costa de aplastarnos o desacreditarnos. Sus acciones, como dice el sociólogo polaco Sigmund Bauman, consisten en hacerse víctimas de la publicidad para vender a su pueblo sin protección, jugar juegos de lenguaje, decir. Las palabras vacías y la retórica vacía demuestran una tiranía superficial, que equivale a una moral sin moral.

Así recaudan las sobras sociales de las donaciones internacionales, que son el pasto perfecto para sus sobornos (como expresó Joaquín Balaguer), y anulan o diluyen esos ingresos, administran de manera egoísta y subrepticia los fondos entrantes, repartiéndose el pastel ganado. motivándolos y estimulándolos frente a la niebla que los envuelve, transformándolos sistemáticamente en lo que hoy se está forjando. Cuando se disfrazan de voces auténticas no queda espacio para la posibilidad de construir alternativas, como hoy, quieren que su pueblo no coma o que coma más caro, preferiblemente hasta morir de hambre o morir, y él también.

. Se dice que no obtener los alimentos baratos que proporciona nuestro país se debe a la inexistencia, la laxitud, la indiferencia, la inmoralidad y, de otro modo, alimentar el orgullo nacional en beneficio de mis intereses económicos. Dando la última palabra a la realidad, los seductores del poder haitiano son capaces de ignorar la calidad de vida de su pueblo, sin embargo, no quieren vivir sin ella, porque la utilizan como gancho en una sentencia, y así lograr sus objetivos, privando a los haitianos comunes y corrientes de sus sueños, proyectos alternativos y el poder de la disidencia.

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