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Los tiznados de Miches

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Me refiero a la gente llena de humo que llenó las calles de Miches el Miércoles de Ceniza diciendo mañé, mañé.

No sé de cuando surgió esta tradición, pero es un recuerdo de mi infancia que queda grabado en mi memoria, porque no soy solo un espectador de este fenómeno, sino que También probé esta práctica. Me refiero a la gente llena de humo que llenó las calles de Miches el Miércoles de Ceniza diciendo mañé, mañé. Salieron grupos de chicos de toda la ciudad, cubiertos de una mezcla de carbón molido remojado en agua de piloncillo, convertido en pegamento, y gritando pidiendo comida.

Cada equipo, de unos 10 o 15 jóvenes, tiene un líder que lidera la propaganda. El jefe preguntó: ¿qué quieres? y el coro respondió: la manyé.

Repitió: ¿qué quieren mis hijos?, y ellos respondieron: mucho. La estrofa incluye los versos: el culito up, la manyé; De abajo hacia arriba, muché. Manyé es claramente una referencia al verbo francés sarna, que significa comer.

Cada niño llevaba un jarrón para servir la comida que pedía, y también llevaba un palo untado con carbón pegajoso para tocar a quien no se lo diera o al menos amenazara con difamarlo. Las necesidades de los niños se centraban en los frijoles dulces cocinados ese día. Muchas veces escuché a mi madre expresar que cuando los niños iban por la calle a pedir mucha comida, la rica comida de casa aún no estaba preparada.

Esto se hace más tarde, porque en este día las familias intentan preparar platos inusuales, evitando especialmente comer carne. Mi hermano mayor, Yiyo, preparó una mezcla de carbón para purificar a los niños que no podían hacerlo. Además, pagar 3 céntimos por el hollín es más económico que moler carbón y combinarlo con otros insumos.

Este año le pregunté a mi sobrina Yesenia, periodista residente en Miches, sobre el evento y me informó que la tradición se mantiene, con la novedad de que algunos chicos usan barro o barro en lugar de carbón. Lo cierto es que este evento festivo sólo está disponible en Miches. El maestro Dagoberto Tejeda, un ávido folclorista, me animó a escribir sobre este fenómeno cultural.

Quizás este artículo no sea suficiente, pero creo que al escribirlo me liberaré del peligro de ser excluido de la gracia de Dios, como se dice que les sucederá a quienes no se contaminan durante siete años.

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