El 180 Aniversario de la Independencia de la República conmemora la fundación de un pueblo libre, de acuerdo con las ideas de los Hombres y mujeres creen en la libertad como camino hacia felicidad. Sin embargo, más que una celebración, este 27 de febrero me parece un recordatorio de las deudas sociales que tenemos con cada ciudadano, desde el nivel municipal, pasando por el provincial, hasta la mesa de nuestra familia. Recientemente, el Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo informó que la pobreza monetaria en República Dominicana disminuyó 4.7 puntos porcentuales para 2023, una señal de progreso en la mejora de las condiciones económicas generales de las personas.
Esto representa un importante paso adelante, ya que la población general cayó del 27,7% en 2022 al 23,0% en 2023, y la disminución más pronunciada de la población fue del 3,8%. Uno de los mayores desafíos es el envejecimiento de la población de Dominica, que deja al país insuficientemente preparado para enfrentar los desafíos de autonomía asociados con una población cada vez más joven. En los últimos años, la Oficina de Estadísticas Nacionales ha pronosticado que como país nos estamos acercando a indicadores demográficos que reflejan el envejecimiento de nuestra población.
E independientemente de la economía mundial, estos datos deben prepararse pronto, porque ningún país tiene los recursos para garantizar un seguro social eficaz si nadie paga impuestos. Además, las poblaciones vulnerables, como las personas con discapacidad, siguen dependiendo en gran medida de sus familiares para su sustento: 6 de cada 10 no tienen ninguna fuente de ingresos y 8 de cada 10 no pueden encontrar un empleo debido a su situación. Estas cifras reflejan no sólo una crisis de desempleo y dependencia, sino también una violación de los principios de igualdad y dignidad consagrados en los artículos 38 y 39 de la Constitución dominicana.
Si bien reducir la pobreza y mejorar los ingresos promedio de los hogares son pasos en la dirección correcta, la creciente desigualdad monetaria y los persistentes desafíos de género y capacidad han expuesto profundas injusticias. En un país donde todavía se registran niveles de violencia contra las mujeres, como en el caso de Paula Santana y muchas otras víctimas de abusos y asesinatos, no es apropiado celebrar la independencia sin abordar las deudas sociales. Se trata de una cuestión cuestionable.
Cada 27 de febrero bajamos la bandera dominicana para ondear. Publicamos el Orgullo Dominicano en las redes sociales y nos llenamos de emoción patriótica. Vemos imágenes de desfiles en el paseo marítimo, somos testigos de los acontecimientos que se desarrollan en todas las ciudades y decimos: gracias a nuestros padres fundadores ya no somos esclavos.
Pero al final, la prensa sigue informando sobre mujeres que sufren abusos. Las empresas y organizaciones siguen violando abiertamente la ley. Hubo un juez que se retiró por miedo, acusaciones de acoso y una larga lista de puntos donde nuestro país está en números rojos.
Estoy de acuerdo en que el Día de la Independencia de la República se celebre el 27 de febrero de cada año. Entiendo que este es el paso más importante en la creación de nuestro país hoy. Y por eso creo que la mejor manera de respetar nuestros símbolos patrios es liderar un país coherente con los valores de igualdad y justicia social que nos fundaron.
Recordemos que cuando Duarte, Mella, José María Serra, Concepción Bona, María Trinidad Sánchez y muchos otros participaron en la lucha por la independencia, apostaron por construir un modelo nacional que garantizara una convivencia igualitaria para todos. ciudadano. Podemos sacar las banderas de nuestros balcones y gritar a todo pulmón nuestro amor por el rojo, el azul y el blanco.
Pero también creemos espacio para exigir, apoyar y trabajar por una mayor igualdad para todos. Si en 1844 el problema era la geografía, hoy el enemigo está en casa y somos nosotros quienes lo alimentamos y nutrimos. Feliz día de la independencia.