El Cuarto Domingo de Cuaresma o Laetare se llama Domingo Gozoso. ¿Y por qué tenemos este Laetare en plena Cuaresma? Laetare significa regocijarse.
Comienza así, porque debe entenderse como un descanso cuaresmal, simbolizando el retiro que el mismo Jesucristo vivió durante cuarenta días en el desierto. El color litúrgico utilizado (en las vestiduras de los sacerdotes) correspondiente a este domingo es el rosa, como el de Gaudete durante el Adviento, pero también está permitido utilizar el morado, propio de la Cuaresma. La primera lectura recuerda el dolor del pueblo elegido, cuando fue exiliado en Babilonia, y su liberación de la esclavitud para regresar a Jerusalén gracias al rey Ciro.
Este rey, ajeno a los judíos, cumple la voluntad divina, lo que sugiere la universalidad del Plan de Salvación. (2 Cor 36, 14-23). El tono poético y dramático del Salmo describe el sufrimiento del exilio junto al río Babilonia, donde nos sentamos y lloramos en memoria de Sión (Salmo 137 (136).
La nostalgia por Sión, nombre original de la Acrópolis de Jerusalén, es un anhelo de Dios. Se refiere a la Iglesia, abierta a todos los pueblos, y Sión anuncia la nueva Ciudad de Dios, donde por la misericordia de Dios viviremos en el paraíso por medio de Jesucristo, como decía la segunda lectura (Ef 2, 4-10). El Hijo del Hombre descendió del cielo: El evangelio de hoy refleja esta declaración de Jesús, relatando el final de la visita de Nicodemo.
Cristo compara la cruz con el poste en el que Moisés colgó la serpiente de bronce en el desierto como señal de Salvación (Números 21:4-9) que se entiende como señal de misericordia, Jesucristo será La resurrección en la cruz revelada a Nicodemo el corazón del misterio de la Redención. Tanto amó Dios al mundo que dio a su único Hijo (Juan 3:16). El Señor declara el carácter salvador de la Encarnación: todo aquel que cree en Él será salvo, entrará al cielo, a la vida eterna, por la fe (Ef 2,8).
Rechazar la fe en Cristo es rechazar la salvación. Amén, amén.