El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, respondió con una andanada dirigida a su aliado internacional más importante.
Netanyahu condenó la decisión de Estados Unidos de no utilizar su poder de veto en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, lo que permitió que se aprobara la primera resolución de ese órgano a favor de un alto el fuego en Gaza.
El gobernante israelí dijo que EE.UU. perjudicó el esfuerzo bélico y los intentos de liberar a los rehenes apresados por Hamás el 7 de octubre del año pasado.
El presidente de EE.UU., Joe Biden, y sus altos funcionarios podrían catalogar esos comentarios como un ejemplo de extrema ingratitud.
Biden está profundamente apegado a Israel, se autodenomina sionista y ha brindado al pueblo israelí apoyo emocional, así como toda la asistencia militar y diplomática que su estado ha necesitado desde el pasado 7 de octubre.
Quiere la libertad de los rehenes y la destrucción de Hamás como fuerza militar. Pero el mandatario estadounidense quiere que Israel haga eso, como él mismo dijo, «de la manera correcta».
En aquellas devastadoras primeras semanas de la guerra, el presidente Biden advirtió a Israel que no se dejara cegar por la ira, como lo hizo Estados Unidos después de los ataques de al Qaeda el 11 de septiembre de 2001.
El presidente estadounidense viajó a Israel, consoló a las familias de las víctimas de los ataques de Hamás e incluso abrazó a Netanyahu, con quien nunca ha tenido una relación fácil.