Anualmente se entrega el Premio Nacional de Artes Visuales, máximo reconocimiento que otorga el Ministerio de Cultura a un artista dominicano. Si bien todos los ganadores pueden ser considerados dignos, algunos son creadores verdaderamente extraordinarios, tanto por la fuerza y originalidad de su trabajo como por sus aportes a la educación y a la sociedad, en definitiva porque honran el arte nacional y elevan el perfil del artista. país.
, internacional. . Este es el caso de José García Cordero, ganador del Premio Nacional de Artes Visuales 2023, cuya obra es considerada por muchos como la obra de artista más convincente desde Iván Tovar.
Sus premios, sus exposiciones alrededor del mundo, su representación en ferias, su residencia entre República Dominicana y Francia -lo convierten en un pintor con doble nacionalidad- es incomparable. En relación con los innumerables textos que lo analizan y elogian, ningún otro maestro dominicano de esta generación ha sido escrito por quienes escribieron y citaron especialmente un largo ensayo de una muy famosa historiadora del arte y la dedicada Shifra Goldman está tan complacida. Puede leer: Museo Nacional de Historia y Geografía inaugura exposición itinerante sobre la esclavitud en el Caribe Hoy, a pesar de la tentación de recordar una trayectoria excepcional, nos motiva la excelente exposición que presentó José García Cordero en la Galería de Arte Unión Francesa.
Casi todas son pinturas: su representante en Santo Domingo, Lyle O’Reitzel, colaboró en el traslado y conservación temporal. Decir que una gran exposición se consigue no por la cantidad de obras, sino por su calidad e impacto, define esta espectacular exposición, bien dispuesta en espacios y salas adyacentes. El título de la exposición es Screaming Island.
Está ilustrado por una carta especial que aparece sobre una dramática vitrina negra, con contornos agresivos y/o defensivos, según cómo se quiera interpretarlos. Un único grupo geográfico -República Dominicana y Haití-, metáfora visual, ofrece al espectador una lectura arbitraria, acorde con sus emociones y (pre)juicios. No transmite paz ni tranquilidad, pero sí nos hace preocuparnos y preguntarnos… José García Cordero, a quien se puede considerar, por su minucioso trabajo y dominio formal, como un neoclásico, abrazó la ambivalencia, si no siempre hizo lo mismo…
Esta imagen no es idealizada, sino irónica y coherente con sus ideas, una especie de perspectiva de la vida y su crisis en desarrollo, la responsabilidad oculta del hombre. Esta simbiosis entre contemporaneidad y técnica semisecular se expresa a través de géneros tradicionales: naturaleza muerta, retrato, paisaje. José adopta y adapta una naturaleza muerta a la vez extraña y espléndida; el retrato, casi siempre un autorretrato sin indulgencia, parece una caricatura o una máscara; el paisaje, dominicano y universal, tan bello que asusta, domina esta pequeña colección.
Sus pinturas, a medida que la depredación de la naturaleza se intensifica y se vuelve irreversible, adquieren un realismo inquietante – en La verdadera jungla de Lam y en Nocturno – ramas de árboles, por lo demás muertas, desnudas, arrugadas, retorcidas, como si estuvieran tratando de ser salvadas o ya lo estuvieran. ahí. El silbido de la muerte, según la lectura, más o menos optimista.
Además, la pintura de José García Cordero es generalmente un crepúsculo, una oscuridad que se acerca y presagia, en lugar de anunciar, sueños felices, como Asalto en el parque, una cruda metáfora visual. Estéticamente, el blanco penetra e ilumina el negro, las tonalidades de gris: un contraste que sorprende y fascina… José García Cordero tiene un estilo propio, profundidad conceptual y personalidad impresionante, sobre los que ha construido su carrera.
No sólo se sintió cómodo… y lo dijo, sino que lo reconocieron de inmediato. Son ahora dos cuadros, el de mayor tamaño y color, conocido por los seguidores de José García Cordero, quizás el más extraño y surrealista, de los años 90. El estudio de esta torre es cautivador y confuso.
A gran distancia de la Torre de Babel de Brueghel el Viejo, y no sólo en el tiempo, se encuentran obras anatómicas e inquietantes, una una prótesis dental, la otra ojos. Lejos de buscar alcanzar el cielo bíblico, despiertan curiosidad, sonrisas e incluso conmoción. La próxima semana tendremos el placer de volver a ver a José García Cordero, en una exposición colectiva, donde también expone con gran claridad y personalidad su esposa, la escultora Beatriz Escoffier.
¡Esta oportunidad fue otra grata sorpresa! Cada una de mis imágenes se construye a partir de una voluntad controladora y directora. No son fantasmas ni pesadillas las que atacan al artista en las noches oscuras.
Al contrario, son serios, alegres, redundantes, adaptados a tiempos de crisis. Son para corazones valientes, que no temen la conmoción ni el colapso intelectual.