En la vida cotidiana, las interacciones sociales con vecinos, colegas, amigos y familiares se basan en la reciprocidad y el intercambio de favores. Los favores aseguran la cohesión social, manteniendo relaciones básicas y redes de solidaridad solidaria. Devolver un favor va más allá de la transacción económica en sí.
Podría ser: conseguir un trabajo, ayudar durante una enfermedad o muerte familiar, sacar a un niño de prisión o cualquier otra cosa… La reciprocidad basada en favores provoca cierto miedo a romper esta estructura, provocando una tendencia a la complicidad, reprimiendo las críticas-desacuerdos, encubriendo y mintiendo para no quedar expuestos a la ofensa. Puedes leer: Empoderando el Manga El engaño y la simulación son datos importantes para identificar relaciones de poder, nudos en las estructuras sociales y tabúes en el análisis antropológico.
Mentir desde una condición anecdótica se convirtió en un fenómeno cultural, de la vida cotidiana (Porras Marulanda 2010: 3). La resistencia a la transparencia por miedo a ofender, miedo a ser desagradecido, se da en el ámbito familiar y vecinal. La relación entre padres e hijos a menudo contiene secretos ocultos.
La falta de diálogo horizontal y sincero se mantiene por el miedo a perder la autoridad y el poder de los padres. Los niños se muestran reacios a expresar: orientación sexual, actitudes y prácticas sociales, intereses y preferencias de aprendizaje que pueden ser diferentes o contrarios a los de sus padres. Así, nos encontramos con familias en las que se desconoce el comportamiento y las actividades de sus hijos e hijas: sus parejas son del mismo sexo, pertenecen a diferentes clases sociales, su estado serológico respecto del VIH, el consumo de sustancias psicoactivas o la situación de adolescente sexualmente activo.
chicas. Hay tendencias hacia una visión lineal de la sociedad en la que la familia tiende a ser vista como la causa de todos los problemas. Los estudios antropológicos y sociológicos muestran que la relación entre familia y sociedad no es lineal sino cíclica.
En este círculo, las fronteras son omnipresentes, de ahí el principio y el final del proceso de aculturación. Esta resistencia a la transparencia y la crítica es parte de nuestra historia social y política y tiene una fuerte presencia en nuestro imaginario cultural. Aunque vivimos en una sociedad democrática, la crítica social tiende a verse como conflictiva y confrontativa.
El autoritarismo sigue presente en nuestra vida social y política y se mezcla con una cultura del favoritismo, el endeudamiento social y sus matices de complicidad. Los muros contra la transparencia, impregnados de miedo a la confrontación para evitar perder simpatías, todavía existen y tienen un efecto debilitante sobre la democracia.